Capítulo 1

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Mi teléfono tenía un buen rato sonando, no tenía muchas ganas de contestar, sea quien sea no me interesaba. Confundida y apurada lo tomé para atender, no imaginaba quién podría ser, ya me había despedido de todos mis amigos y les pedí que no volvieran a hablarme para evitar la nostalgia.

—¿Hola? —Hubo un silencio breve durante los segundos siguientes. Estuve a punto de colgar la llamada cuando algo me detuvo, en el fondo un susurro pronunció mi nombre, era una voz con matices tétricos, grave y lenta. Después de eso la señal comenzó a fallar y... se cortó dejándome inmóvil unos segundos

Cuando reaccioné y revisé el número, por si se trataba de algún conocido jugándome una broma, provenía de un teléfono público ¡Qué inteligente! En ese caso pudo haber sido cualquier persona... me sumergí en mis recuerdos tratando de pensar quien podía haber sido, cuando de mi memoria emanaron esos ojos amarillos que brillaban en la oscuridad de aquella madrugada, nunca llegué a escuchar su voz pero quizá...

Me dejé caer sobre la cama encinerada, para hacer memoria de lo que había pasado. Luego del entierro de mis padres, Sabine, la hermana gemela de mi papá, vendió el terreno en donde estaba mi casa y tomó mi tutela. Ahora tenía que mudarme a vivir con ella en un pueblo muy lejos de aquí.

No quería dejar este lugar, aquí tenía los mejores recuerdos de mi niñez, tenía una vida contruida, el instituto, el club de ciencias, mis amigos... además no sabía cómo construir una nueva vida, hacer compañeros o acostumbrarme a una nueva rutina. Yo no estaba hecha para este tipo de cambios, pero lo había perdido todo, ya no tengo nada en este lugar. 

—¡Vanessa, apresúrate! —La voz de tía Sabine se escuchaba enojada pero me sacó del fondo de mis pensamientos, bajé con prisa arrastrando una pesada maleta, algo me decía que a Sabine no le gustaba esperar.

Metí el equipaje al baúl del automóvil y luego abordé en los asientos de la parte trasera. El viaje era un poco largo. Me recosté sobre todo el sillón, no era muy cómodo pero había espacio suficiente para tomar un ligero descanso, cerré los ojos y luego de un suspiro mi cuerpo fue forzado a caer en un profundo sueño.

Aún tenía pesadillas en las cuales figuraba la sombra del ser que hizo que mi vida cambiara de una forma nada positiva ¡Ese que me quitó todo! ¡Nunca dio un motivo de lo que hizo...! Mientras yo dormía, su recuerdo se apoderaba de mi subconsciente y proyectaba su imagen haciéndome saltar y correr del miedo, en mis sueños buscaba un lugar para ocultarme de él, ¡yo aún estaba en su lista de pendientes! Por suerte, algo en mí contaba con que despertaría de ese mal sueño. Desperté con los ojos cubiertos de lágrimas.

—Lleva esto —dijo mi tía señalando la pesada maleta, ni siquiera me preguntó si todo estaba bien o el por qué desperté llorando. Cada vez que ella me hablaba, había un tono de indiferencia en su voz, ¿será que no le agrado?

Habíamos llegado, el pueblo a simple vista era pequeño, pero muy pintoresco. Ya tendría tiempo para hacer un recorrido y conocerlo mejor.

La casa de tía Sabine era grandísima, un poco descuidada y de aspecto antigüeño. Me pregunto si no está catalogada como patrimonio de la humanidad, parecía tan antigua que daba la apariencia de albergar al espíritu de algún fantasma. En todo caso, ya me emocionaba la idea de vivir aquí, ¡me fascina lo sobrenatural! tanto que si yo viera un fantasma por primera vez en mi vida, me acercaría a tocarlo con la curiosidad de saber de qué están hechos. Nunca los he visto y por eso creo que es una total falacia el decir que existen, no son más que cuentos para asustar a los niños.

Aun no entiendo cómo es que nunca había visitado aquel lugar de pequeña. Sabine y mi padre eran gemelos, pero ella nos visitaba muy pocas veces, además no supe de su existencia sino hasta los cinco años, cuando la vi en unas fotos que había encontrado mientras jugaba en el ático, entonces mis padres me contaron sobre ella. Aunque ahora que lo pienso, lo hicieron más como una obligación de dar respuestas. Siento que si no fuera por aquello, nunca me hubiesen hablado de mi tía.

Ojos de gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora