Capítulo 4

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Al igual que la mañana anterior, Alba Reche apareció guapísima, aunque con un look mucho más despreocupado. Esta vez vestía unos vaqueros desgarrados, con un abrigo casual en color amarillo que le llegaba un poco más arriba de la rodilla y unas sandalias color negro, todo el outfit cortesía de Adolfo Domínguez.

Su pelo suelto y el aroma del Candy de Prada conformaban el toque perfecto para seducir a cualquier ser vivo con sangre corriendo por sus venas.

—Siento haberla hecho venir de nuevo —la señorita Lacunza se notaba avergonzada. No sabía si por el hecho de que se prolongó mirándola más de lo normal o si simplemente porque no sabía como informarle sobre la decisión que acababa de tomar.

—¿Qué fue lo que hizo Marina esta vez? —preguntó fingiendo ignorancia de lo ocurrido.

—De verdad que lo siento, pero... ella cometió un terrible sacrilegio, señorita Reche.

—¿A qué se refiere exactamente con eso?

—Ha transgredido todos los límites contra la virtud de nuestra religión... escribió algo horrible en la pared de su clase, tuve que mandarlo limpiar de inmediato pero voy a mostrarle una fotografía.

Entonces colocó la imagen a la altura del campo de visión de Alba, quien tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para contener su estallido en carcajadas.

—¿Tan repulsiva te resulto, que...? —se mordió el labio inferior. ¿Estaba tirándole fichas a la directora del colegio Carrollton del Sagrado Corazón? ¡Por supuesto que lo estaba haciendo! —¿Te molesta haber tenido sexo conmigo en las fantasías de mi hermana?

—No —dijo con sinceridad. De pronto se dio cuenta de lo que acababa de suceder. ¿Un angelito de Victoria's Secret estaba ligando con ella?¿Y ella acababa de aceptar que lo estuviera haciendo? Debía parar las intenciones de la señorita Reche, ¡ahora mismo! ¡Pero, esperad un segundo! ¿Acaso la top model era lesbiana? ¡Eso era imposible! Seguramente se estaba montando una película en su cabeza —Lo siento, pero no tengo más remedio que expulsarla de la Institución, lo que hizo fue una enorme falta de respeto para el profesor Mikel, para mí... Pero sobre todo, para Dios nuestro señor y la Santísima Virgen.

—Natalia —Alba la miró fijamente —Yo también estoy preocupada por mi hermana, llevo años ausente de casa y no tenía ni idea acerca de las dimensiones de su problema, pero estoy segura de que solamente tú puedes ayudarla —mintió para romper la tensión.

—Llevo años intentándolo, señorita Reche, pero es de sabios admitir que somos humanos y que existen cosas que se encuentran fuera del alcance de nuestras manos.

—¿Se va a dar por vencida tan fácilmente? —ella parecía decepcionada y eso por alguna extraña razón, le dolió a la mujer que representaba la mayor autoridad en el Carrollton.

—Le he pedido a Dios que me ilumine con su infinita misericordia para poder llegar al corazón de Marina, pero...

—No me dejes sola con esto, Natalia —Alba comenzó a sollozar. Había hecho clases de actuación y participado en pequeños proyectos de cine independiente. Su representante siempre le dijo que sus habilidades en el histrionismo eran bastante limitadas, sin embargo, el llorar se le daba a las mil maravillas —No quiero que Marina vaya al infierno —la miró con ojos rojos y suplicantes —Por favor.

Los sentidos de Natalia se embriagaron tan pronto como Alba buscó refugio en su regazo. Muy pronto descubrió que respirar el perfume de la modelo podría volverse la adicción más peligrosa de su vida, pero fue incapaz de negarle el abrazo.

—Tranquila, Alba, te aseguro que Marina no irá al infierno —la consoló con voz dulce mientras colocaba los brazos alrededor del cuerpo de la modelo y acariciaba su espalda con la palma de sus manos.

CARROLLTON del Sagrado CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora