Realmente no se cuando empezó todo, quizás cuando tenía 14 y me obligaron a beber por primera vez o a los 16 cuando dijeron que estaba lista para tener mi primer cliente.
Si, un cliente.
Y no me refiero a que fuéramos dueños de un negocio (bueno, si, pero era difícil de explicar)
La primera vez que me quitaron mi inocencia, simplemente la tomaron, no le preguntaron a nadie, ni siquiera si estaba de acuerdo. Ellos me la quitaron.
Aún recuerdo que esa vez no lloré, ni grité, me quedé pasmada, como si de una muñeca se tratara, totalmente quieta. Después que el término conmigo le pagó a mi tío y se marchó, con mi inocencia en sus pantalones y una sonrisa triunfante.
¿Era realmente un triunfo robarle su virginidad a una niña?
La voz se fue corriendo y no tardaron los hombres desesperados por tocar un cuerpo nuevo, limpio y perfecto, porque en ese tiempo lo era, dije lo era porque ahora esta lleno de abolladuras y manchas.
¿Era necesario tener que pasar por tanto?
Con los años ser ultrajada se fue haciendo una costumbre, algo de todos los días. Cada vez que me tocaban cerraba los ojos pensando en que cuando acabarán simplemente se irían pero lamentablemente con una parte de mi en sus pantalones. Algunas veces pienso en irme pero se que no tengo lugar en este mundo ¿Quien querría a una sucia prostituta?
La respuesta es que nadie, nadie quiere tener algo que a pasado por tantas manos y camas, algo sucio, que ya ni siquiera es reciclable.
Me acostumbre a que la gente me mire con asco en la calle, que me empujen en el autobús o que me griten cosas en las construcciones, uno se acostumbra a los malos tratos. No todo es malo en mi vida, hay cosas buenas también, como cuando un chico me dio una rosa o cuando mi tío me dejo comer chocolate por primera vez, son pequeñas cosas que recordaré por toda mi vida
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Historias para adolescentes Estrafalarios
JugendliteraturAquí plasmaré diferentes historias sobre muchos temas que me vienen a la cabeza, anímate y veamos qué hay al final del camino.