La primera vez que sucede, Shigeo cree que está imaginándolo todo, está incluso asustado.
El futón se siente duro y frío bajo su espalda, como si estuviese acostado sobre un bloque de hielo y sin embargo, está sudando, la tela de la ropa de dormir está empapada y se pega a su piel. Es una sensación desagradable.
Apenas puede mover sus dedos, parecen pegados al piso, una fuerza inexplicable lo mantiene presionado en su lugar. La atmósfera de la habitación desciende, pronto se siente bajo el agua y piensa que así deben sentirse los pulmones de las ballenas al hundirse en el fondo del mar, comprimiéndose como una lata de refresco vacía. A punto de ahogarse.
El miedo surge desde sus entrañas. Las situaciones sobrenaturales son parte de sus día a día, poseyendo poderes desde el inicio de su existencia, Shigeo difícilmente recuerda haberse encontrado alguna vez con un ente al que no pueda enfrentarse. Pero está ahí, en lo más obscuro de su habitación, no comprende por qué no puede despegarse del piso, por qué existiría algo -o alguien- tan ridículamente poderoso como para impedirle hacer algo tan insignificante como ponerse de pie. ¿Siquiera es posible?
No puede siquiera gritar, sus labios se abren y aún así, ningún sonido sale de ellos. La simple idea le hace arder los ojos. Es terrorífico.
Y entonces la sensación desaparece como la nada misma. Por instinto se levanta, como en aquellos sueños donde puedes sentir a lujo de detalles lo que es caer de espaldas desde una altura mortal y lo primero que su campo de visión alcanza conectar, es un espejo.
Se mira en el, por un tiempo casi eterno. A través de la poca luz, alcanza a reflejarse. Kageyama Shigeo. Ese es quien es, pero a la vez no. No podría explicar por qué, pero quien está en el espejo, no se siente como él mismo.
Esa persona, pijamas color cielo, corte de tazón y ojos negros, es un intruso en su propio cuerpo. Entre más tiempo lo mira está más convencido de ese hecho y la silueta de su cuerpo le parce un poco más lejana. Puede sentir como le devuelve la mirada, como imita sus movimientos de una manera casi perezosa, sin poner mucho esfuerzo en ello.
Lentamente se acerca al espejo. Pone un dedo sobre el vidrio, este emana un aire helado y se empaña un poco a su tacto. Intenta sentir alguna presencia proveniente, imaginando que quizá algún espíritu había decidido vivir en su espejo, pero no hay nada, no es capaz de detectar nada ni siquiera cuando con la mano entera ejerce la presión necesaria para romperlo.
En un crujido el espejo se parte en trozos irregulares, de todas formas abstractas y tamaños, algunos pedazos caen al suelo. Ahora hay decenas de ellos, cada uno lo observa con ojos hechos de tinta y Shigeo siente que ha cometido un error que no alcanza a comprender. Lo único que puede hacer es cubrir el espejo con la primera sábana que encuentra e intentar dormir otra vez, quizá.
Realmente, no lo logró del todo.
Al día siguiente, todo cae en el olvido. Shigeo es bueno en desasociarse de experiencias poco gratas y eso es muy fácil si su reflejo, aún después de verlo incontables veces mientras se cepilla los dientes, no hace nada sospechoso. Tal vez solo fue un sueño- o una pesadilla.
Es poco probable teniendo en cuenta que el espejo sigue ahí, cubierto con una tela color blanco inmaculado. Al alzarla un poco, puede ver que el espejo sigue tan roto como lo recordaba, pero...
-Hoy tuve un sueño-anuncia.
Ritsu despega la mirada de su desayuno para prestarle atención.
-¿Si?-responde, en su voz hay un timbre de curiosidad.-¿Y qué fue?
Ritsu de verdad quiere saber, pero Shigeo no dice nada durante un rato. Puede asegurar que no lo está ignorando: Shigeo lo está viendo fijamente y simplemente decide no responderle. El silencio es roto por las manecillas de un reloj girando al compás de los segundos, metal y porcelana chocando al mamá lavar los platos. Y Ritsu sigue esperando, se siente un poco tonto.
