Se sientan los dos en el coche y realizan el trayecto a casa sin pronunciar una palabra. La tensión que flota en el ambiente se puede cortar con un cuchillo. Tan sólo se escucha el tráfico amortiguado y los ruidos que hace su padre al cambiar de marcha, frenar o acelerar.
Frenan enfrente de su casa. Su padre pone el freno de mano, apaga el coche y ambos salen. Una vez dentro de la casa, se quitan los abrigos y los cuelgan en el perchero. Su padre se queda mirándole de brazos cruzados, a espera de una respuesta. Zach sigue sin querer mirarle. Deja los guantes a un lado y hace el ademán de subir las escaleras para dirigirse a su habitación.
—No tan rápido —dice su padre con voz autoritaria.
Zach traga saliva. Siente una especial ira en contra de Luis, y tiene claro que se lo va a pagar. Da media vuelta sobre sus talones y se encara a su padre por primera vez desde que apareció por dirección.
—¿No piensas darme ninguna explicación?
—¿Qué te puedo decir? Nada de lo que te diga lo vas a creer. Tan sólo pensarás que te estoy mintiendo y será mucho peor.
—No me gusta ese tono. Te han pillado hoy en el instituto con droga y me lo vas a explicar ahora mismo.
Zach suspira, decaído. Le cuenta la historia que contó al director lo más convincente posible. Cuando termina, su padre se queda en silencio. Zach espera unos segundos antes de subir la mirada hacia él. Ve que tiene los brazos en jarras y con una expresión temible.
—No has hablado con nadie sobre la paliza.
—¿Cómo iba a...?
—Ni sobre la vez que hiciste de camello.
—Venga ya, ¿cómo quieres que diga...?
—Nadie os ha visto discutir esta mañana.
—¿Qué? Claro que sí. Estábamos en medio de...
—El director lo ha estado preguntando por ahí y todo el mundo niega haber visto nada.
—Es obvio que están bajo una amenaza de...
—¿No te das cuenta de que resulta penoso? —Zach da un paso hacia atrás, sorprendido—. ¿De que tu teoría no tiene sentido? ¿De que te estás agarrando de un clavo ardiendo, y que en cualquier momento te caerás al vacío?
—Te dije que no me creerías.
—Por supuesto que no te creo. Me estás tomando por un estúpido y eso no me gusta ni un pelo —está alzando la voz. Zach sabe lo que viene después y quiere largarse, pero le resulta imposible. Tiene los pies clavados en el sitio—. ¿Esos eran encargos para Jack?
—¿Pero cómo demonios ha podido salir Jack en un tema del que no tiene nada que ver?
—Desde que estás con él, has cambiado. Estás más rebelde, más contestón...
—Y dale. Te dije que yo ya era así.
—¿Te ha dicho que lo hagas?
—¡Que no!
—¿Es que no puedes dejar de mentir? —exclama subiendo más el tono de voz—. ¿Tan difícil es admitir por una vez que has hecho algo mal?
—¿Te lo tengo que repetir?
—¡A mí me hablas bien, joder! —grita. Hace el ademán de alzar la mano y Zach se encoge sobre sí mismo; sin embargo, no llega a darle. Levanta el dedo índice y le señala, con una expresión de enfado en su rostro—. Yo no te he criado para que vayas haciendo de camello por ahí. ¿Sabes lo que me desvivo para mantener nuestra reputación? ¿Todo lo que he tenido que hacer para que nos dejaran de mirar con pena?
—¿Qué reputación, papá? Vivimos en un pueblo olvidado en el culo del mundo, ¿y te crees que hay una reputación que mantener?
—¿No te puedes callar ni por un momento? —brama—. No sé cuándo, pero te has vuelto un bocazas contestón, sinvergüenza y vacilón. Y, por si fuera poco, homosexual. ¿No te das cuenta de que todo esto parece una broma?
—¿Una... broma? —jadea Zach, sorprendido—. ¿Ser gay es una broma?
—Tú no eres mi hijo —declara con un tono de voz extraño—. Mi hijo no era así. Respetaba a las personas. Era normal.
Zach abre la boca para contestar, insultarle y dejarle por los suelos. Pero se da cuenta de que no tiene voz y es incapaz de pronunciar palabra. Da un paso hacia atrás, aturdido, negando con la cabeza, mientras siente que el corazón se le parte por segunda vez aquel día.
No se lo espera. Ni siquiera es capaz de detenerse. Cuando se quiere dar cuenta, tiene el puño hundido en la mejilla de su padre. Observa en cámara lenta cómo se le gira la cabeza y trastabilla hacia atrás; no obstante, no llega a perder el equilibrio. Zach siente una furia en su interior que no ha sentido nunca.
Le duelen los nudillos. Eso es lo único que piensa mientras mira, como si lo viera todo desde fuera, cómo grita a su padre, y cómo su padre le grita a él. Contempla el rostro rojo de su padre, rabioso, y sabe que Zach tiene una pinta similar. Siente como si no fuera dueño de su cuerpo. Se siente relajado por dentro, pero por fuera es un mundo completamente diferente: mueve los brazos, grita, lanza miradas gélidas. Es un contraste puro que no llega a entender, ni siquiera cuando evoca el recuerdo.
Sabe que le soltó lo de la caja fuerte. Que su padre no podía dar crédito a lo que escuchaba. A partir de ese momento, todo se vuelve más claro. Recupera el poder de sus extremidades, se siente dueño de sus sentimientos.
—¿Quieres saber qué hay ahí dentro? —grita a su padre. Lo primero que Zach escucha de él desde que perdió el control—. ¿Es que acaso quieres?
Zach se queda en silencio mientras recupera la respiración.
—Sí.
Su padre se queda sorprendido al notar tal tranquilidad en su voz. Intercambian una intensa mirada; la de su padre, encrespada, la de Zach, serena. Ambos están jadeando y en silencio, intentando asimilar los pensamientos del otro.
—De acuerdo.
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Diez Letras || Jachary || Why Don't We || TERMINADA y EDITADA
Novela Juvenil--TERMINADA-- A Zach le falta el aire. Siente que se ahoga, y por un momento cree que sus pulmones le van a estallar. Siente las llamas que los envuelve, las lenguas de fuego que los rodean y le asfixian. Sin embargo, sigue hundiéndose, y su cuerpo...