Ella. Necesito un chocolate o reviento.

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Mi día pasó a fogonazos. Lo cual era bueno, teniendo en cuenta que era un lunes. Enseguida sonó el timbre de fin de clases, y salí escopeteada del antiguo convento amarillo convertido en instituto hacia la enorme plaza central de Vic, rodeada de arcadas que acogían tiendecitas de todo tipo y otros establecimientos. Pese a que era muy grande, la crucé en un tiempo récord, que ni los corredores  de 100 metros lisos podían soñar, y me dirigí a una pequeña cafetería, la única que no estaba cubierta por arcos de piedra, pero sí rodeada de un minúsculo mar de mesas y sillas metálicas, muchas de estas, ocupadas. Las esquivé lo mejor que pude y me colé al interior. La entrada, donde se pedía la orden y se pagaba era rectangular, con una pared hecha de vidrio delante de la barra baja que normalmente acogía la caja registradora y diversas fuentes con pasteles que mostraban la destreza de Carla, la propietaria del café y una magnífica pastelera. En cuanto me vio, se puso a preparar mi recurrente chocolate caliente, a la vez que decía:

— Que será esta vez, Maia? 

— Que tenemos?— Articulé oliendo el rastro dulce del caramelo en el aire.

— Tarta a lo Brownie, Red Velvets, tres chocolates, mint-choc's, y cheesecake. Sé que no te gusta el toffee, así que ni te acerques al pastel de manzana con sorpresa.

—Ni lo voy a mirar, no te preocupes. Me quedaré con... un brownie y un cheesecake.

—Esta vez sólo te pondré una ración, que la semana pasada cogiste el pastel entero y ambas sabemos qué pasó—rió ante el recuerdo.

— No me lo recuerdes, por favor— dije enseguida haciendo un mohín.

Del pasillo que llegaba de la sala a la entrada salió una chica con una bandeja llena de platos y tazas de pelo negro y ojos oscuros, llamada Carmen. Era la camarera del lugar, y buena amiga nuestra. Cuando me vio, sonrió de lado y dijo:

— Hay un chico sentado en tu mesa, Maia. Del uno al diez le pongo un nueve, y porque la perfección no existe.

—Me cago en los pasteles— Mascullé por lo bajo.

— Eh, deja a mis pasteles en paz! —Saltó Carla con una sonrisa estampada en la cara.

— Y por qué me lo dices, si ya me lo hubiera encontrado dentro?

— Porque sé que te gustará lo que voy a decirte: —Arqueé una ceja— Está leyendo la sombra de la serpiente.

— ¿Hay un chico que está leyendo MI autor estrella en MI cafetería favorita en MI mesa predilecta? Oh chicas, os dejo. Carmen, si todo va bien, nos vemos en La Mesa— Saludé con dos dedos al estilo militar y me adentré al salón, pasando de largo las puertas de los baños. Estos me gustaban por el papel de pared tan peculiar que tenían: retratos vacíos que la gente iba llenando poco a poco con dibujos a rotulador.

Enseguida vi mi mesa ocupada por un chico enfrascado a su libro. En efecto, era un ejemplar de La sombra de la serpiente. El  chico tenía el pelo marrón, en punta y vi unas pequeñas cicatrices circulares asomarse en su frente. Varicela, supongo. bajé un poco más y vi unos ojos marrones enmarcados por unas cejas pobladas. Cogí una bocanada de aire:

— Perdona... ¿Está ocupado ese sitio? — Porque ahora mismo yo quisiera que ocuparas una plaza cerca del Tártaro.

— No. Siéntate si quieres — Pronunció sin despegar sus ojos del papel.

— Gracias. Suelo sentarme aquí siempre que vengo. — Decidí ser amable por esta vez. Recuerda, matar a alguien nada más conocerlo es de mala educación.

— Lo sé. Te he visto muchas veces—Ante mi mueca de sorpresa y confusión (que supongo que intuyó), Aclaró: — Me siento algunas tardes en el banco que está a la izquierda de la ventana— Encima acosador, no te jode.

— ¿Y me observas desde la distancia? Eso no es muy noble.

— Pero me ha permitido saber que eres una chica con buen gusto. Me apuesto lo que quieras que si te cito un pasaje de una novela, me lo recitas entero, ¿me equivoco? Por ejemplo, si digo "Si alguien llama a una anguila eléctrica  Patito de goma, no convierte a la anguila en patito, ¿no es cierto?", ¿tú que me respondes?

— Puf, facilísimo. Por tanto, que Dios de apiade del pobre desgraciado que decida darse un  baño con el "patito". Cazadores de sombras es un básico de biblioteca.


— ¿Lo ves? De memoria. Y me apuesto algo a que por dentro quieres estrangularme por haber profanado tu Mesa.

— Ahora me vas de Hércules Poirot, eh? Por cierto, cómo te llamas?

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¡Hola!

No soy muy dada a hacer notas de autora, pero como es el primer capítulo haré una excepción.

...

Listo, hasta aquí ha llegado mi nota de autor. Nah, era broma.

  Antes que nada, quiero aclarar que no tengo un día fijo para subir, y me gustaría que entendriérais que estoy con muchas novelas a la vez, la mayoría que quiero publicar muy pronto, pero aún no están listas o no me he decidido.

  Tampoco quiero hacer SPAM en todos los muros que encuentre, así que si os gusta la novela y queréis que alguien la conozca gracias, de verdad, pero no creo que vaya diciendo a todos que se pasen ni llenando muros de correo basura.

  Dicho esto, que disfrutéis!

Laura

¿Qué tendrán las cafeterías?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora