Capítulo VII

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Cyna me ayudó aquella noche a armar mi equipaje, repitiendo que Lyssa estaría bien y que no me preocupara por Noemia cada vez que me veía con la mirada perdida. Sin embargo, no eran precisamente ellas quienes llenaban mis pensamientos. Mas o menos. Ciertamente me preocupaban, y hasta sentía culpa por lo sucedido, no obstante... mis pensamientos se resistían a dejar de lado lo que aquel viaje conllevaría.

Volver a las faldas de Quajk. Tan cerca y tan lejos del que fue mi hogar...

Me repetí toda aquella noche, entre el escaso descanso que pude obtener, que sería sencillo aceptar la devastación en mi camino. Que no importaba lo horrible que podía parecer todo, que mi misión era más importante, y no fallaría por nada del mundo. Pero en el fondo, no hacía más que rogar a los Dioses por fuerza.

Cuando la mañana llegó y mi equipaje era cargado con las demás pertenencias que llevaríamos en los carros, esperaba a la hora de partida junto al corcel que me llevaría, vistiendo pantalones de montar y un largo abrigo negro, de un material liviano que mantenía mi cuerpo a cierta temperatura agradable. La falta de descanso me pasaba la cuenta, llevándome a bostezar al menos cinco veces en menos de cinco minutos.

—¿Cansada ya, Macy? —reprimí el escalofrío que la melodiosa voz de Noemia me causó.

Voltee a verla. Parecía estar bien, tal vez un poco pálida, pero al menos sonreía y estaba de pie. Su vestido ligero púrpura ondeaba con la brisa que entonces soplaba, y su largo cabello negro permanecía atado en una trenza tras su cabeza.

—¿Es-estás bien? —Le pregunté.

—Lo estoy, y ya me informaron que tienes un arduo trabajo por delante.

Su cambio de tema no pasó desapercibido para mi somnolienta mente.

—Si...

—Bueno, pensé que te gustaría refrescar un poco la memoria —dijo, titubeando antes de extraer un pequeño libro de un bolsillo entre sus faldas—. Lo he encantado para que resista el clima.

Me lo tendió, con una sonrisa reticente y una sombra oscureciendo su mirada.

—Gracias. —Cogí el libro de sus manos y leí el título, resistiéndose inútilmente a la sonrisa que tiró de mis labios—. ¿La historia de los Dioses?

—Si. La primera lectura de todo niño. —Asintió, sonriendo con mayor vigor.

—Gracias, Noemia —dije, abalanzándome hacia ella para darle un abrazo, pidiendo a los Dioses por su bienestar y el de Lyssa.

Dejándome rodeada por los soldados y los corceles, listos para partir, Noemia volvió al laberinto que conforma el Palacio de Radwulf sin mirar atrás.

Un par de minutos después, Clim se hallaba a pocos pasos de mi, hablando con Lesson mientras yo montaba mi corcel, que entonces supe se llamaba Rhym. Cuando sostenía las riendas con manos un tanto temblorosas, Lesson se acercó.

—Lady Amace, espero los Dioses le cuiden —dijo, colocando una palma cerrada sobre el corazón, el típico gesto de honestidad.

Fije mi mirada sobre él, frunciendo el ceño en silencio con lo que esperaba fuese obvio mi disgusto. Tras un suspiró un tanto quejoso, acarició el crin de Rhym y se corrigió;

—Macy.

—Gracias —dije al fin, asintiendo mientras caía en cuenta del trasfondo de sus palabras—. ¿No irás?

Mi pregunta, prácticamente chillido, provino del renovado pánico retorciendo mi estómago, que la sola idea de no tenerle cerca durante semejante travesía alimentaba.

Hielo en mis venas © (Radwulf #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora