capítulo 9-. tan cerca y tan lejos

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Veía la ciudad desde lo alto de mi oficina. Con un vaso del mejor whisky.

Sentía como el ardor del dicho líquido pasaba por mí garganta.

De alguna u otra forma quitaba un poco está ansiedad que tenía encima desde hace varios años.

Estaba cansado. Podía ver el reflejo de mi rostro en el cristal. Mis facciones habían endurecido, luciendo más maduro.

Katherine pensaba que mi regreso era porque me había dado por vencido con encontrar a mí mujer y a mi bebé. Ese bebé que sabía que hoy tendría cinco años.

Fruncí  mi ceño con enojo. El solo pensar que me estoy perdiendo los mejores años de mi hijo me hacía odiarla.

Pero algo andaba mal. Contraté a mis mejores hombres para buscarla. Soy un puto millonario. Grandes políticos me lamben el culo por referir que están de mi lado.
Soy el puto Dios de aquí y aún como Dios no la e podido encontrar.

Estaba empezando a sospechar de Milo.

—¡Ese maldito hijo de perra!

***

—¡Enana estuviste increíble!—dijo Dan revolviendo el pelo de la pequeña emocionado.

—si cariño, estoy muy orgullosa—dije dándole un beso. Mientras la cargaba

Ella solo me dedico una pequeña sonrisa

Dan, mi hija y yo nos dirigíamos a Peter Piper pizza. A sugerencia de Dan que le encantaban estos lugares.

—vayan a tomar una mesa en lo que yo pido la pizza— dijo dan alejándose.

Senté a mi hija ella inquieta miraba los niños correr. Después me vio a mí con esa carita que entendí perfectamente.

—Mmm, está bien pero Dan te acompañará.

Vi que Dan se aproximaba a nosotras con helados. Y esa sonrisa que lo caracteriza.

—haber pulga, dónde jugaremos primero. Recargue de mi tarjeta para todos los juegos de aquí.—

La emoción de mi hija y de Dan era única. Cualquiera que los viera podría decir que Dan era el padre.

Un padre amoroso que cuidaba a mí pequeña, pero lastimosamente eso no era real.

Su verdadero padre era un ser despiadado sin corazón. Que nos había lastimado. Que había jugado con mis sentimientos.

Aquel hombre que temía el día su pequeña hija preguntará por el. No sabría que decirle.

—gatita, ¿nos acompañas?—hizo una reverencia hacia mí como si yo fuese una princesa. Tal acto me dió risa.

—claro plebeyo, con gusto—le seguí el juego con una sonrisa tomando su mano.

Dejé a un lado malos recuerdos y me puse a disfrutar este momento a lado de las personas que más quería.

Las horas se pasaron rápido cuando el empleado nos dijo que ya iban a cerrar.

El trayecto a la casa fue todo un alboroto. Una lucha entre dan y mi hija sobre quién obtuvo más ticket para un juguete. Hasta que llegamos  se dejó de escuchar  la voz de mi pequeña.

Dan aparco el coche y yo mentalice como cargarla con el dolor de mis piernas por los tacones. Suspiré.

—no, yo la cargo. Tú estás cansada. Más con esos tacones— mencionó viendo mis pies adoloridos. Cómo sí hubiera leído mi mente Dan cargo a mi hija y subimos despacio al departamento.
Con cuidado la acostó en la cama con temor de despertarla.

DivorciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora