Etapa 4: Primer ladrillo del castillo.

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-Dime tu nombre, ese enlazado con Alondra –le preguntó la mujer.

-Sebastian –le contestó.  Sin pensar más allá de la duda que plantea la incógnita de las palabras de quien está frente a él.

Ya las fronteras que le impedían ir más allá de la intuición tenían nombre, para ella no sumaba mucho, pero se asomaba un torrencial de archivos que llenar en su mente. Alondra fue capaz de enfrentar su realidad; no tenía identidad, no ese pasaporte indeleble que sella tu pasado. Tomó la decisión de contarle lo poco que manejaba sin titubear, pero antes una pregunta que susurraba en su cabeza con más fuerza que saber su nombre:

-A qué triunfo te referiste hace unos minutos?

-Nuestro vinculo es más grande y fuerte que la eternidad –dijo Sebastian. Lo entendí, lo he vivido, levantamos un nuevo fuerte; nuestra sociedad se globalizó para hacernos infinito, no solo nos protegemos en la intimidad, ser tu socio en la galería firmó nuestro legado para la posteridad.

-Detente...-exclamó Alondra.

Alondra pensó en lo difícil que se tornaba cada segundo que transcurría, por azares del destino o por un motivo que tampoco recordaba, ese hombre que empezaba a erizarla hasta lo más remoto de su respiración era un desconocido. Necesitaba urgentemente llaves de acceso a una vida bloqueada con claves de seguridad que la arrojaban a una orilla de dudas. Debía ser honesta con su presente; se estremecía de miedo, se sentía vulnerable, solo poseía una bitácora para tomar el camino a su pasado; su nombre Sebastian. Emprendió la construcción del cuento de su vida, con memoria o sin memoria de lo vivido ella manejaría las riendas de su hoy, cimentaría el primer ladrillo del castillo, y así inició su diálogo con Sebastian:

-Amanecí en un aposento desconocido para mí, destilando el aroma de un cuerpo que fue acompañado por su par de seducción, el espejo me reconfortaba, reflejaba un enigma seductor que vestía mi cuerpo totalmente desnudo de poder, ese que un alma correspondida emana sin pudor. Mi mente vacía, sin guía, con un único motor; la inercia que llegado un momento se vuelve un tormento. Miles de preguntas, ni una respuesta. No recuerdo nada de mí, no te recuerdo, no recuerdo esta casa, no recuerdo quien tatuó una caricia en mi espalda que me hace añorarlo y esperarlo. Esa es mi realidad.

RETRATOS DE UNA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora