Había hecho de todo por no cruzármela ese día. Y ahí estábamos las dos, cada una en una punta del pasillo, ambas sabiendo de la presencia de la otra.
Yo esperaba a que me dieran una tirita (mi torpeza había hecho que tropezase y cayese con las rodillas al suelo)... Por lo que me pareció oír, ella esperaba un ibuprofeno.-¿No me vas a decir nada?-.
Me asusté tras oír su intervención, y ella reía.
-Hola... No sé...-dije, nerviosa.
-¿Te has caído? Qué raro-dijo con ironía.
Agradecí que en ese momento, la conserje saliera con la tirita.
-Adiós- dije, y sin perder ni una milésima de segundo, me fui rápido.
Cuando llegué a clase, me di cuenta de que una chica estaba sentada en mi sitio. No la había visto nunca.
Tenía el pelo castaño oscuro, media melena. Tenía los ojos grandes, negros. Su nariz era perfecta, en la cual había un pearcing. Llevaba ropa de chándal, y miraba atenta a su IPhone en la mesa... En mi mesa. Pude intuir que era nueva. Me acerqué.-Hola -se asustó - perdona... ¿Eres nueva?- ella sólo asintió - soy Laura... Es que estás en mi sitio... Pero tranquila, puedes quedarte ahí, puedo buscar otro- ella se levantó inmediatamente.
-Perdón- dijo casi susurrando, y se fue al fondo de la clase, en una mesa y silla medio rotas.
Sabía que la cambiarían de sitio nada más entrar. Nuestra profesora era un tanto estricta, le gustaba que todo el mundo le prestase atención, y para asegurarse, le ofreció un sitio al lado mío.
-¿Nerea? ¿Te parecería bien sentarte al lado de Laura?- decía Esther, la profesora.
Nos miramos. Ella sonrió. Llevaba todo este rato con un gesto aburrido, y esa reacción me alarmó.
-Por qué no- dijo moviendo el pupitre al lado del mío.
No pude evitar mirarla de seguido en varias ocasiones. Me sorprendían los rasgos perfectos de su cara. Tenía las pestañas largas, y cuando bajaba la mirada parecía que cerraba los ojos. Recordé cuando me sonrió y me fijé en la perfecta alineación de sus dientes y las comisuras de sus labios arrugándose para hacer ese gesto...
-¿Por qué me miras tanto?- dijo entre risas.
-Eh, que no te estaba mirando - dije arqueando las cejas.
Ella se reía. Decidí guardar la imagen de su risa en mi memoria para pensar en ella sin la necesidad de intimidarla.
-Me gusta que tengas los ojos verdes-.
La miré. Sonreí. La verdad es que me lo solían decir... Pero no así. Quizás con un "me encantan tus ojos", aunque la forma en la que ella me lo había dicho, me había gustado más.
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Acuérdate de mí
Roman d'amourEntraba en el proceso jamás escrito o descritos en libros, poemas... Y sólo una cosa pudo moverme hasta el principio de mi desgastada historia.