Capítulo sesenta y ocho

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—Jjong, ¿a dónde vas?

Mamá me preguntaba pero no había una respuesta para eso. ¿A dónde estaba yendo? Me había colocado el uniforme como había podido pero no sabía mucho más. Algo dentro de mí hacía que mi pecho ardiese, me quemaba, no quería estar en mi piel. Mis pensamientos aumentaban su volumen a cada paso que daba, creía que mi cabeza iba a estallar.

—¡Jjong! —Young Mi me tomó por mis hombros—¿Estás bien?

Negué rápidamente con la cabeza y quise alejarme, pero ella aún me tenía agarrado por los hombros por lo que no pude moverme mucho, y menos quitarle la mirada.

—¿Es por el profesor Lee? —ella asintió a la par de mi cabeza y una lágrima se escurrió por su ojo y se deslizó por su mejilla—. Ven aquí—me abrazó.

Mi madre se paró detrás de Young Mi y solo pudo llevar su mano a su boca, no tenía palabras para describir lo que sucedía, solo estaba allí contemplando el dolor ajeno, e intentando ponerse en nuestro lugar. Pero no había nada que ella pudiese hacer, y si lo hubiera, no podría quitar el dolor que ahora sentía dentro de mí, uno que, como un estallido, había dejado partes de mi cuerpo desperdigadas por doquier.

Alguien tocó la puerta, debía de ser papá quien venía casi siempre a la misma hora. Contempló la escena al entrar de la mano con mi madre, él se paró también para que pudiera verlo, pero yo no soltaba a Young Mi ni ella me soltaba a mí.

—Jjong, ven aquí —dijo mi padre y extendió sus brazos.

Me apoyé en su hombro y dejé que me abrazara, acarició mi cabeza y me contuvo todo lo que yo quise estar ahí. Para mí, aquel momento había durado una eternidad, aunque posiblemente solo hubiesen pasado unos minutos.

—¿Quieres que te lleve hasta el velorio? —preguntó una vez que me soltó.

—Descuida, Kuyng, puedo llevarlo, voy para allí —Young Mi limpió sus lágrimas.

—Podemos acompañarlos —aportó mamá.

—De verdad, mamá, papá. Young Mi puede llevarme.

—Chico, ¿quieres que vayamos por los muchachos?

¡Los chicos! Me había olvidado completamente. Miré mi celular y pude observar que ya todos estaban yendo para el lugar. Negué con la cabeza y nos dirigimos hacia la puerta, mis padres me dieron un último abrazo antes de cruzar el umbral.

Ver una multitud de gente en la sala velatoria no era del todo tranquilizante. Había mucha gente de la edad del señor Lee pero nadie parecía llorar. Todos estaban hablando animadamente. Pude ver a los chicos formando un círculo, Young Mi palmeó mi hombro y yo fui al encuentro de Kibum. Él me abrazó y apoyó su cabeza en mi hombro, los chicos se sumaron a un breve abrazo grupal. Al separarnos pude ver un poco más el lugar.

Si una palabra pudiera describir el lugar era "impecable". Desde el piso de baldosas beige brillantes, hasta las paredes bien pintadas y opacas. Algunos arreglos florales en tonos oscuros decoraban los rincones. La mayoría de las personas estaban paradas en grupos y conversaban allí, pero había filas de asientos en las paredes, algunos con respaldo y otros simples banquitos. Los chicos y yo, sin mediar palabras, decidimos sentarnos en el rincón más alejado de las personas, pero no habían pasado unos minutos cuando gente se sentó a nuestro lado.

—Oye, ¿recuerdas cuando levantó la mano para decir que la pregunta estaba mal formulada? —dijo uno de los hombres

—¡El profesor casi lo mata! —rio la mujer a su lado.

—Pero estuvo genial, esa pregunta estaba muy mal redactada —aportó la otra mujer.

—Oh, hola —saludó el primer hombre que habló.

La noche que iluminas [Jongkey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora