Capítulo cincuenta y uno

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De atrás y en la hora llegaron a la cantidad de estrellitas. Así que nuevo desafío: 21 estrellitas para el miércoles. ¿Podrán hacerlo? Sin más charla, les dejo el capítulo 51.

Muchísimas gracias por el apoyo, no dejen de reproducir "Forever Yours".

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Había llegado el día que la mayoría de la secundaria estaba esperando, el comienzo del torneo de fútbol. No quería ir, quería fingir que me sentía muy mal y que no podría presentarme, pero no quería abandonar al equipo ni menos a Minho. El hecho de que estuviéramos peleados no significaba que no lo quisiera ni que no lo apoyara. Por lo que, esa mañana, como pude, quité mis sábanas y arrastré mis pies hacia mi ropero para buscar algo para ponerme.

Por un momento, había olvidado que mis padres siempre me apoyaban en mis partidos. Cuando bajé las escaleras y vi que ambos estaban dibujando un cartel el corazón me dio un vuelco.

-Ponle más brillo -decía mi padre quien parecía muy animado esa mañana.

-Si le pongo más brillo dejará ciego a alguien -decía mi madre mientras intentaba pegar una letra.

-Ah, Jjong, ¿listo para el gran día? -decía mi padre. Había levantado la vista y ahora me sonreía.

-Hola, Jjong, mira -mi madre alzó el cartel y me lo mostró.

El cartel decía "¡Vamos, diamantes!" y estaba decorado con varios diamantes y mucho brillo. Me causó mucha ternura verlos trabajando juntos para realizarme un regalo.

-Es muy bonito. Muchas gracias.

-Estamos muy emocionados por el partido de hoy -mi padre se había levantado de la mesa y se había acercado para darme un abrazo.

Ahora sí que me desmayaría de los nervios. Mis padres estaban tan emocionados por el partido que no sabría cómo se tomarían el hecho de que yo sabía que todo aquello iba a resultar en un desastre. No quise arruinarles la emoción, por lo que correspondí el abrazo de mi padre y palmeé su espalda.

-¿Iremos juntos? -pregunté.

-Claro, ¿quieres decirle a Minho para que vaya con nosotros?- preguntó mama.

Tampoco se habían enterado de la parte de la historia en la que yo hacía días que no me hablaba con Minho. Por lo que tuve que inventar rápidamente una excusa creíble:

-No, dijo que iría con su familia. Ya saben...

-Oh, sí, entiendo -respondió papá.

-¿Vas a comer algo? Necesitas energía, el partido es en unas horas.

-Sí, tengo hambre.

En realidad, mi estómago estaba ocupado por la gran cantidad de nervios que sentía ese momento. No tenía hambre, pero prefería comer para no levantar sospechas.

Por suerte el buen humor de mi padres era muy contagioso. Pude olvidarme de los problemas por un rato y disfrutar un buen tiempo de calidad con mi familia. Estuvimos conversando de todo: cómo habían colocado la persiana al revés y que tuvieron que volver a colocarla, cómo arreglaron juntos el portón del patio, hasta hablamos de la posibilidad de adoptar un perro.

-No sé si estoy listo todavía -dije un poco nostálgico.

-Yo tampoco -admitió papá-. Pero en algún momento podríamos ayudar a un animalito que necesite nuestra ayuda.

Los tres asentimos y seguimos charlando de temas un poco más alegres. En un momento mamá miró la hora y nos dijo que nos apresuráramos porque llegaríamos tarde. El entrenador nos había pedido que llegarámos una hora antes para estar preparados para la hora definitiva.

La noche que iluminas [Jongkey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora