Parte 1 Encuentro

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Eran las 2:30 pm de un viernes  de febrero en la Av. Perú. Caminaba apurada, escapando del sol fulgurante del verano en todo su esplendor. De repente vi a unos metros, en la vereda, un pequeño gatito dando vueltas y jugando con él mismo. En la calle solo habían algunos transeúntes, pero las casas y tiendas estaban cerradas. Al pasar por su lado sonreí, me encantó  verlo jugar, y mientras mi pie se posaba sobre el piso, en un último ángulo de visión, vi su pelaje. Era blanco con manchas negras, y el pelo esponjoso, abierto en ángulo de 45°, tendía a alagarse. Me recordó a un hermoso, mañoso, atrevido y por sobre todo, inteligente gato, que también era blanco con negro; y que bajaba por mis escaleras hasta el primer piso para abrir el tacho de basura y asaltarla durante las noches.

Era hermoso, pero muy atrevido, lo había descubierto una vez y al perseguirlo se fue al techo del vecino y a cierta distancia prudencial de mi se sentó a mirarme, esperando que me fuera; mientras que los perros del vecino no le hacían nada, como si fueran amigos. Recuerdo que bajé molesta, unos minutos después volví a subir, y él seguía ahí, mirándome. Días después lo encontré dos cuadras más allá de mi casa, trepando por la noche otra casa. No pude más que sonreir de su astucia y valentía.

A mi que nunca me habían llamado la atención los gatos, que los consideraba unos simples animales que ocupan tiempo y restan dinero, e incluso dejan pelos, olores y microbios. A mi, se me había olvidado todo eso, y di media vuelta sin darme siquiera la oportunidad de pensar o replantearme los pros y los contras. Fue como decirme: "déjate llevar por tu deseo", y lo único que deseaba era jugar con ese gato.

Recogía al pequeño gatito, y al ponerme de pie, mientras una pareja me vió regresar en mis pasos hacia el pequeño animal, tuve miedo, miedo de que perteneciera a alguien, que alguien lo buscara, lo extrañara. Pero eran tantas mis ganas de tenerlo, que esfumé esa nube de mi cabeza, ya había tomado la decisión.  Al mirar por la calle, el portón negro bajo el cual lo encontré estaba cerrado, y unos pasos más allá había una pequeña puerta abierta, una puerta que daba ingreso a una quinta. Pero todas las casas de la quinta tenían las puertas cerradas, o eso fue lo que alcancé a ver.

Caminé pensando que de alguna manera yo había atraído a ese pequeño, pues ya había estado considerando noches antes en dejarle un comedero con comida al gato atrevido que entraba a mi casa, ya que su audacia le habían hecho ganarse su comida; y con la esperanza de que así ya no abriera la bolsa del basurero.

Subimos al carro y lo puse en mi regazo, avanzando hacia esa nueva aventura que nos esperaba juntos, yo alegre por tenerlo, o por mi arrebato de recogerlo, y por que no lo encontré llorando o pidiendo comida; sino jugando y divertido. A él parecí agradarle desde el principio, ya estaba buscando la leche materna en mi.

Si yo fuera un gatoWhere stories live. Discover now