"Si la vida me diera la oportunidad de elegir un día en específico para conocer a mi hilo rojo, quisiera que sucediera un diecisiete de marzo..."
Era un grandioso día, algo que para mí era sumamente extraño, ya que normalmente siempre tenía un inconveniente que hacía que mi día se arruinara por completo.
Recuerdo haber estado caminando de un lado a otro, observando a la gente preparase para la noche, poniendo sus puestos y una que otra cosa para vender aquel día.
En mi cabeza me repetía constantemente que había sido un espectacular día, un hermoso día soleado y fresco, algo raro ya que últimamente había estado lloviendo diariamente.
Me encontraba a lado de un amigo, recuerdo que ese día fuimos a buscar a mi mejor amiga, pero no sé encontraba en casa, así que decidimos ir a por un helado aprovechando que la gente ya se había instalado casi del todo.
Aún tengo aquella foto que nos tomamos ese día, disfrutando de aquel atardecer, algo que simplemente me encantaba y era muy bonito ya que no solía salir a ver la puesta del sol.
Después nos despedimos justamente a las siete en punto.
Llegué y noté que no había nadie en casa, así que simplemente llegue para tirarme en el sofá.
Las horas pasaban y cada vez me ponía más aburrida, ¿Qué podría hacer? ¡Literalmente no podía hacer nada!
Y así fue, no hice absolutamente nada.
Si soy sincera lo que pasó a continuación me hizo sentir tantas cosas que no podía explicarlas ni en un libro de 700 páginas, necesitaría una vida entera para poder expresar aquel sentir, aquel cosquilleo, aquel sentimiento que bloqueó por completo mi mente.
Era un sentimiento de felicidad, combinada con tristeza, agrado, amor, emoción, euforia ¡Todo en uno!
Había escuchado su voz millones de veces, había escuchado su reír, pero la manera en la que lo escuché esa vez fue totalmente diferente a de costumbre.
Su voz era como una sinfonía tan perfecta, tan dulce, tan diferente, tan él.
Mi corazón se aceleró demasiado, me sentía muy nerviosa, nunca había experimentado algo parecido.
Sentí que todo lo que yo decía no tenía ni una pizca de sentido, me sentía tan nerviosa que gritaba internamente, que trataba de pensar en algo que tuviera sentido para que no se notara tanto. Pero todo fue en vano. No podía ni asimilar que estaba escuchándolo, que estaba hablando conmigo, que se reía.
Simplemente no podía, los nervios y la felicidad pudo conmigo.