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Severus estrujó ligeramente uno de los ensayos que se encontraba calificando. Era extraño... y no lo decía por el ensayo, después de todo, los todos los alumnos de Gryffindor seguían escribiendo porquerías a la hora de redactar sus ensayos en pociones. Lo que se le hacía extraño era toda aquella tranquilidad, todo aquello que había adquirido al finalizar la guerra, todo aquello que había ocurrido al morir Dumbledore y el señor tenebroso.

Aquella paz, aquella tranquilidad que le hacía sentir inquieto, como si aún no fuese capaz de procesar que el señor tenebroso ya no estaba, que no tenía nada que temer, que no tenía que continuar fingiendo más.

Había sido muy duro tener que vivir la guerra, el tener que sobrevivir a la mordedura de Nagini, ¿y todo para qué? Para recibir esas miradas cargadas de odio y recriminación hacia su ser, ellos creían que había matado a Dumbledore por puro gusto, por satisfacción... y le dolía profundamente, a pesar de que Potter, una vez y mató al señor tenebroso, había regresado hasta la casa de los gritos para sacarle de allí, a pesar de que pensaban se encontraba muerto y casi lo estaba, a pesar de que sabía que él no era la persona favorita de Potter, y le agradecía el hecho de no haberlo dejado morir... Volviendo a las miradas juzgadoras, Dumbledore... o bueno, su retrato, le había defendido. De vez en cuando el viejo se pasaba por sus oficinas para hablar con él, como si nada hubiese cambiado, a pesar de que ahora era un cuadro más de Hogwarts.

Soltó un pequeño suspiro y continuó calificando, con algo de satisfacción calificó aquel ensayo con una enorme T, y escribió una pequeña crítica a su escritor. Siguió así hasta que sintió varias pisadas en el corredor. Se puso de pie y sacó su varita. No podía evitarlo, a pesar de que eran tiempos de "paz", aún se mantenía alerta.

Observó por la rendija de la puerta de su despacho cómo se detenía una sombra y cómo un sobre era arrojado a través de ella hasta llegar a sus pies. Snape se apresuró y corrió hasta la puerta para ver al menos quién era, pero cuando abrió la puerta no encontró a nadie.

Salió del despacho y caminó hasta la esquina en búsqueda de al menos una pista, pero al no encontrar a nadie y ningún indicio de su presencia, regresó sus pisadas hasta el despacho. Observó el sobre en el suelo y lo agarró.

"Profesor Snape,

Potter y su grupito de amigos se encuentran realizando un ritual extraño en el último salón del segundo piso.

No sé qué planean."

Leyó sin encontrar ninguna firma, ni siquiera era capaz de reconocer la letra. No habían dejado ni una inicial. Arrugó la hoja y pensó si tal vez era una trampa hacia su persona o si de verdad aquello estaba ocurriendo.

—Potter.... —Murmuró con molestia. ¿Es que acaso el crío no dejaría de dar problemas? Ya tenía diecisiete años el muy...—. Tienes que calmarte, Severus —Se dijo a sí mismo.

Con varita en mano, salió de su despacho. Lo aseguró para que nadie más entrase y recorrió los pasillos solitarios del castillo. Era de noche y el toque de queda para los estudiantes ya había pasado y él continuaba siendo la ley en Hogwarts.

Subió al primer piso y luego al segundo. Estaba completamente alerta, esperando el mínimo ruido o sonido. Recorrió a paso lento el largo pasillo hasta el último salón, notó cómo una especie de luz blanca salía de las rendijas de la puerta, al parecer lo que decía la nota era verdad. Así que sorprendería a Potter y a su par de amiguitos.

Ya quería ver sus rostros perplejos. Les daría el mejor castigo de la vida. Ya pensaría en el correcto, en uno que les quitaría las ganas de meterse nuevamente en problemas. Se puso frente a la puerta y la pateó, haciendo que las bisagras de estas chillaran y se abriera.

El viaje al pasado de Severus Snape IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora