Coloco el espejo frente a mí apoyándolo a la cama. Tomo la vela y la pongo de cualquier manera junto a mi reflejo, prendiéndola con el encendedor de Maggi. Dejo la foto recostada al reloj despertador y luego me acomodo mejor en mi posición, sentada en el suelo.
Mis amigas y yo tenemos un pequeño juego. En cada cumpleaños, debemos efectuar un reto, este siempre es elegido por una ruleta rusa que tenemos en el ático. Algo absurdo pero divertido.
Las cuatro nos conocimos al comenzar la universidad. Yo curso Bellas Artes mientras que Every quiere ser crítica de arte. Compartimos alguna que otra asignatura y no tardamos en llevarnos bien. Luego se nos unió Kate que estudia para impartir clases porque, según ella, no es lo suficientemente buena para crear un cuadro reconocido. Y por último vino Maggi, quien se limitó a elegir una carrera a la azar y caer en la clase de Kate.
La idea de los retos surgió en una peli que vimos todas juntas, sobre un grupo de amigas que se parecía a nosotras. Aún no recuerdo cuál de todas fue la que decidió imitarlas, pero se ha vuelto una tradición entre nosotras.
El último reto de Every, que es la mayor y cumplió el 16 de enero, fue hacer paracaidismo en el mar Caribe. Claro que pudo permitírselo, pues sus padres son millonarios y los dueños de este enorme departamento.
Maggi cumplió en abril, el 22. Su reto fue ir a un club de striptease y hacerle un baile erótico a su primo, hecho que se ganó muchos vídeos y burlas de nuestra parte.
Y aún no es el turno de Kate. Su cumpleaños es el 23 de agosto.
Pero mañana, o mejor dicho, dentro de diez minutos es el mío. El 15 de julio.
Yo no corrí con tanta suerte. La ruleta decidió que debería invocar a un demonio y al instante me negué, alegando que ese reto no estaba a la altura de los demás, pero la verdad era que me aterraba todo lo relacionado con el mundo sobrenatural. Las chicas, que obviamente me conocen demasiado, se rieron de mi y me llamaron gallina, negándose a darme permiso para cambiarlo.
Every investigó en Internet, eligiendo un ritual cualquiera. Yo me coloqué a su espalda y leí la pantalla por encima de su hombro. El elegido había sido un tal demonio de la lujuria llamado Asmodeo y te contaba a continuación con lujos y detalles el procedimiento para invocarlo.
No me sorprendió para nada que pidieran un espejo, eso era clásico. No fue difícil comprar una vela roja y pedirle prestado el reloj despertador a la vecina de al lado, poniendo como excusa que se me había roto el móvil o una barbaridad de esas.
Me extrañó cuando leí sobre una foto. Tenía que ser mía específicamente, y lo más erótica posible. Pero lo que más me sorprendió fue cuando pedían un condón con sangre fresca.
Para mí era el ritual más absurdo del que había escuchado hablar en mi vida, pero no tenía opción. Así que mientras más rápido saliera de esa situación, mejor.
El condón descansa delante de mí ya abierto. Mientras me maldecía a mí misma me hice un pequeño corte en la palma de la mano y dejo caer en el látex un par de gotas carmesies.
Mientras espero comienzo a pensar que esto es realmente una gran pérdida de tiempo. Traté de ocupar mi mente en un asunto más importante, pero el miedo que me provocaban estas cosas seguía presente en mi cerebro.
Aún así continúo. Soy consciente de que mis amigas están escaleras abajo, así que no me preocupo demasiado. Si algo pasara, sólo tendría que gritar por mi vida.
En pocos minutos me aburro. No pasa nada y el único sonido en el cuarto es el tic-tac de las manecillas del reloj.
Observo el ático que hace de mi habitación. Muy pocas veces lo uso porque no me gusta dormir sola. La mayoría del tiempo estoy en el cuarto de Kate o de Every.
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Los siete pecados capitales
FantasyRose Deson es una chica corriente, con una vida normal y unas fieles amigas que siempre la acompañan. Pero ellas tienen una regla, y esa es hacer cosas divertidas a lo largo de sus vidas. Por eso, en los cumpleaños número 18 de ellas, cada una debe...