Capítulo#4

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Regresamos del yate ya hace tres horas aproximadamente. Ya había desempacado mis cosas y me encontraba tirada en el sofá de nuestra sala. Me siento tan cansada que aún me estaba pensando si iría a clases mañana.

Kate se lanza a mi lado y luego se recuesta a mi hombro, dejando caer todo su peso sobre mi.

- ¿Pasa algo?- me pregunta, echándome un vistazo sin mover la cabeza.

- Ya he dicho que nada- repito por enésima vez, suspirando.

Se gira un poco para observarme mejor.

-¿Todavía estas molesta por lo de ayer?- insiste.

Pongo los ojos en blanco, ya irritada.

- No, Kate. No estoy molesta.

Ella sonríe.

- Lo siento. Sabía que estabas aburrida. No deberíamos haberte tratado así- vuelve a explicarme.

- Si si, ya me lo has chico. Y ahora, si me disculpas...- me muevo un poco para salir debajo de su cuerpo.

- ¿A dónde vas?- pregunta un poco sorprendida.

- A mi habitación- digo sin detenerme.

Paso por la cocina para coger una manzana. Subo las escaleras y voy directo a mi cuarto.

Arrastrando los pies voy hasta mi casa y me lanzo sobre ella con desgano. Mi celular rebota a mi lado, llamando mi atención. Lo cojo para observarlo y lo estudio con extrañeza. El chico extraño de mis sueños me lo había devuelto en el baño del yate, y se había sentido tan real que no podría decir si ocurrió realmente.

Me pregunto que querrá ese chico. Jamás en mi vida me había pasado algo tan extraño como eso. Por un segundo pensé en preguntarle, pero sería muy extraño poder controlarme a mi misma mientras duermo. Sin embargo, anoche tuve un descanso sin sueños por primera vez desde mi cumpleaños.

Dejo caer la mano en mi pecho acunando mi teléfono. Miro el techo sin pensar nada en concreto.

Se me escapa un bostezo. Pasado un rato mis párpados se van cerrando. El sueño me gana la batalla, haciéndome que me acurruque entre las sábanas y abrace la almohada.

Cuando abro los ojos me encuentro sentada en uno de los bancos de un parque. Confundida, miro a mi alrededor. Estoy completamente sola y las únicas luces que iluminan las sombras son un par de farolas en cada esquina del lugar. Lo reconozco de inmediato, aquí es donde a veces nos quedamos a pasar el rato cuando no queremos llegar al departamento. Me encuentro cerca de mi colegio.

Frunzo el ceño, confundida.

- ¿Y qué hago aquí?- me pregunto a mi misma con reproche.

- Con gusto te respondo.

Me sobresalto por la voz repentina que está a mi lado. Casi me apresuro a salir corriendo, pero luego atisbo unos mechones blancos y una sonrisa fanfarrona.

- ¿Pero qué...?

- ¿Dónde estás?- me interrumpe.

Mi desconcierto va en aumento.

- ¿Que donde estoy?- pregunto totalmente perdida.- Pues aquí, en este parque...- echo un vistazo precavido a todo el lugar.

- No me refiero a eso. Me estas bloqueando- me acusa mirándome con sus hermosos ojos flamantes.- Estas construyendo un muro entre los dos. No me dejas entrar.

- Yo no he hecho nada- me defiendo.

- ¿No? ¿Y como explicas que no...?- se interrumpe a si mismo. Entrecierra los ojos en una mirada acusatoria- Me estas diciendo que no lo haces intencionalmente.

 Los siete pecados capitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora