ADIOS SANZURA

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Por más extraño que fuera para todos ver al Lord del Oeste ayudando a in humano, lo estaba haciendo, sólo unos cuantos presente sabían que está era la segunda vez que ella volvía a la vida por la espada ésta trajo de vuelta el alma de la humana que le había cambiado a él la vida.

Rin se enderezó de golpe al tiempo que sus pulmones se llenaban de aire.

- ¿Qué...? –comenzó ella.

Y en el momento que vio a Sesshomaru, aún de pie frente a ella, con la espada en mano, lo entendió.

- ¡Mamá! –exclamó Rei abrazándose a ella. Rin correspondió al abrazo.

El resto miraba la escena en silencio, sin entender del todo lo que acababa de ocurrir. Rin sólo tuvo que voltear a su alrededor y ver lo que quedaba de los enemigos para deducir lo que había ocurrido; y si le quedaban dudas, éstas desaparecieron cuando vieron que sus hijos no llevaban la frente cubierta.

- Ustedes... –comenzó Rin viendo a su hija. Rei se limitó a asentir.

Rin no les reprochó nada, sabía que eso iba a pasar algún día. Y en cierta forma, le enorgullecía saber que sus hijos eran tan poderosos.
Seth mientras tanto estaba ayudando a Iza, quien gracias a sus poderes de sacerdotisa (y sangre de hanyou) se estaba recuperando rápidamente.

Rin se puso de pie con ayuda de Rei, se desamarró la funda de la Tenseiga y la colocó a los pies de Sesshomaru.

- Pido perdón por habérmela llevado hace quince años. –fue todo lo que ella dijo antes de darle la espalda al demonio y empezar a caminar.

- Rin... –llamó Sesshomaru. Pero Rin no le hizo caso, siguió caminando sin mirar atrás una sola vez. Y Sesshomaru se quedó ahí, de pie, sin saber qué más hacer.

Mientras que a un lado del campo de batalla Sanzura observaba todo.

- Ha llegado la hora. –fue todo lo que dijo ella, antes de girarse y emprender la marcha al castillo.
- Bueno, parece que todo salió bien al final. –dijo Kei satisfecho.
- Esto todavía no se acaba. –lo contradijo Kikyo.

Seth gruñó, sabía a lo que se refería la hermana de su novia, y no le gustaba ni tantito.

- Pues yo creo que pronto podremos volver a casa¿Verdad Ao...? –preguntó Inuyasha, pero se interrumpió al notar la ausencia de su esposa.
Aome no lo escuchó. En ese momento llegó donde Sesshomaru y lo abofeteó.

- Aome...no...no...no hagas eso...-murmuraba Inuyasha totalmente espantado. ¿Qué acaso su esposa no sabía lo peligroso que era hacer enojar a Sesshomaru?

Todos los demás que aún seguían ahí permanecían completamente quietos, preguntándose qué reacción tendría Sesshomaru ante la audacia de la sacerdotisa. Mientras que Sesshomaru observaba fríamente a Aome, como si la fuera a perforar con la mirada, pero no hablaba.
Y a ella realmente no le afectaba la actitud de él en lo más mínimo (después de aguantar a Inuyasha por veinticinco años...)

- Te lo advierto Sesshomaru. Si Rin decide irse, yo no la vuelvo a traer. Si se va otra vez, será para siempre...sentenció Aome fríamente
Y sin más, le dio la espalda y se alejó de él, seguida de sus hijos y de un Inuyasha aún bastante sorprendido y espantado.

Y si bien Sesshomaru no había pronunciado ni una palabra, no dejaba de pensar en lo que le había dicho Aome: si Rin se iba, ésta vez no volvería...Si la quería recuperar ésta era su oportunidad.

A la mañana siguiente Rin ya se sentía totalmente recuperada. Alrededor del mediodía se encontraba recargada en la ventana del cuarto cuando notó algo extraño: sirvientes cargando maletas, un carruaje siendo preparado, y parecía que los que lo iban a abordar eran¿La princesa Sanzura y su hijo?

Confundida, Rin abandonó la recámara y de inmediato se dirigió al patio. Donde encontró a la princesa a punto de abordar el carruaje.

- ¿Se marcha? –preguntó Rin sorprendida.
- Así es, Ya es el momento. –respondió Sanzura pero Rin no entendió.

Sanzura hizo una seña a los sirvientes para que se marcharan, así quedaron ambas mujeres solas.

- Yo ya no tengo nada que hacer aquí. –dijo Sanzura sencillamente.
- Pero las Tierras de Oeste... –comenzó Rin, sin saber cómo plantear la situación.
- Si te refieres a Sesshomaru, es lo mejor. –dijo Sanzura. Rin se sorprendió al notar que no parecía haber el más mínimo signo de arrepentimiento, dolor o tristeza en su voz.

- Si es por mí... –comenzó Rin.
- En parte. Pero no es sólo por eso, Yo no pertenezco aquí.... dijo Sanzura
- Pero su hijo... –comenzó Rin.

- Es hijo de un hombre a quien amé muchísimo, y sin embargo murió. Me acompañó cuando llegué, y fue el único que me hizo compañía en mi soledad, cuando yo no entendía por qué mi nuevo esposo no se fijaba en mí. –explicó Sanzura
- ¿Él lo sabe? –preguntó Rin.
- ¿Sesshomaru? Si. Debía saberlo, él fue quien se negó a acercarse a mí. Y sin embargo fingió que Shin era su hijo, creo que para no deshonrarme, ni deshonrarse él; aunque quizá fue simplemente porque no le importaba... respondió Sanzura.

El silencio perduró por unos segundos que parecieron eternos; hasta que Sanzura nuevamente hizo ademán para abordar el carruaje.

- Pero usted es la pareja de... –comenzó Rin.
- No. No lo soy, nunca lo fui. –se estiró el cuello de su blusa un poco, tenía el cuello inmaculado, no llevaba ninguna marca de posesión.
–Él nunca me reclamó como suya. –miró a Rin a los ojos antes de agregar muy segura: -Pero yo sé que a ti si. sentenció Sanzura.

Rin se llevó una mano al cuello, y apartando un poco el kimono se descubrió: dos finas marcas, de colmillos, y en medio: lo que parecía un pequeño tatuaje de luna creciente azul.

- Tú eres quien realmente debe estar aquí. No yo. –dijo Sanzura sencillamente.

Con una seña los sirvientes se acercaron, subieron a Shin y prepararon todo.

- Buena Suerte, Señora. –dijo Sanzura con una reverencia que sorprendió a Rin, antes de abordar el carruaje. –Y Adiós.

Y con eso el carruaje partió. Rin permaneció todavía un rato más en el jardín antes de volver al dormitorio.

'¿Qué yo pertenezco aquí?' se iba preguntando. 'No lo creo. Me llamó Señora de éstas tierras pero¿Qué significa realmente ese título?' Negó con la cabeza. 'A mi no me importa título alguno. Si tan sólo él me amara...todo sería tan diferente...' suspiró tristemente.

MI AMOR... MI LORD... SESSHOMARUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora