YO TE AMO

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Rin tenía diecisiete años, de largo cabello ébano que le llegaba a media espalda, y ojos chocolate que destellaban con la que ella aún guardaba. Llevaba diez años desde que conociera a Sesshomaru. Ella lo amaba, lo amaba con todo el corazón y toda el alma, pero él le era indiferente.

El día que él le ofrecía comprometerla fue cuando ella decidió que no podía callárselo más.
- Yo no quiero casarme con ese hombre mi señor. –le dijo Rin.
- ¿Por qué no? –preguntó Sesshomaru. – Es honrado, es uno de los pocos humanos a quienes puedo decir que no desprecio.
- Lo sé mi señor, pero no me quiero casar con él. –insistió Rin.

Sesshomaru la miró en silencio, ya estaba harto de tratar ese tema con ella, era simplemente imposible.
- Yo no me quiero casar con otro hombre porque... –Rin vaciló antes de agregar los más importante. – Porque yo lo amo a usted Señor Sesshomaru.

Por primera, y quizá única ocasión, Sesshomaru mostró asombro. Rin ni siquiera se dio tiempo para pensar lo que siguió, simplemente siguió su corazón, había decidido que si había un momento en que valía la pena arriesgarlo todo, ese era. Se paró de puntas, le tomó el rostro a su señor con ambas manos para acercarlo a sí...y lo besó.
Decir que Sesshomaru estaba sorprendido con este acto es decir poco, él no entendía lo que le ocurría a Rin, y sinceramente no tenía intención de averiguarlo; las cosas que Rin estaba provocando en él, las sensaciones que estaba despertando, estaban bloqueando todo razonamiento.

Rin era una muchacha muy hermosa, en edad de casarse, muchos humanos se habían atrevido a ir hasta el palacio de las Tierras de Oeste a pedirle su mano a Sesshomaru, incluso algunos demonios se habían animado. Pero poco había importado, porque incluso a los pocos que Sesshomaru toleraba Rin los rechazaba. Sesshomaru no había entendido por qué, hasta ahora.

Rin sabía que estaba cometiendo la locura más grande, jamás antes vista, nunca antes alguien había osado hacer algo así, pero no le importaba. Si su señor la iba a terminar obligando a casarse con alguien a quien ella no amaba, ella antes quería tener la oportunidad de amarlo. Sesshomaru se daba cuenta que estaba perdiendo el control, pero le era imposible evitarlo. Todas las cosas que Rin estaba provocando en él, él no sabía cómo detenerlas, no quería hacerlo. Nunca imaginó que alguien como ella, una niña, no, mujer humana pudiera hacerle sentir tanto, pudiera hacerle perder la razón. Y esa noche él la amó, cómo nunca antes amó a alguien, y como nunca después volvió a amar. Esa noche bendijo la espada Tenseiga que su padre le legara por haberle permitido tener a Rin. Esa noche se olvidó de que él era un demonio y ella humana. Esa noche nada más que ellos importó. 

Pero toda la magia se rompió al día siguiente, cuando llegó un cortejo al Castillo del Oeste. Un cortejo que transportaba a la princesa: Sanzura, del Clan de los Gatos, una princesa demonio, y la prometida de Sesshomaru. Rin sintió como si su pequeño mundo se derrumbara en el momento en que escuchó a los heraldos presentar a la princesa. Todo el sueño que había vivido la noche anterior se esfumó. Toda la semana ella se mantuvo alejada de Sesshomaru y su prometida. Llorando en su habitación. Sólo Jaken fue capaz de darse cuenta cuanto sufría ella.

- Rin, no puedes seguir así. –le dijo Jaken un día.

Con el paso de los años él había dejado de considerar a Rin como un estorbo, y realmente la apreciaba. Él había sido quien le enseñara a ella a leer y escribir tanto en el lenguaje de los demonios como en el de los humanos. Así mismo le había conseguido quien le enseñara a pelear. Estaba muy orgulloso de la joven mujer en que ella se había convertido.

- Es que yo lo amo Jaken, lo amo. –replicó Rin entre sollozos. –
- Y por un momento creí que él también me amaba.
- Ay niña... –murmuró Jaken palmeándole el hombro, sin saber qué hacer para ayudarla. –El Señor Sesshomaru es una persona muy difícil de entender, con su carácter siempre serio, frío, e indiferente, no te puedo asegurar que él haya amado a alguien alguno vez, aunque tampoco te puedo decir que no lo haya hecho.
- Es que me duele Jaken. –dijo Rin con las manos en el pecho. –Me duele el corazón, mucho.
-¿Estás enferma? –preguntó Jaken.
-No, es algo peor que eso. –replicó Rin. –Me estoy muriendo. Me estoy muriendo por dentro.

MI AMOR... MI LORD... SESSHOMARUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora