Smithereens ─Diego Hargreeves [REESCRIBIENDO]

Capítulo 02: Profundidad.

"DOS: Nunca se sabe como te miras a través de los ojos de otras personas."

Cuando Nadine logró subir y seleccionar la ropa que Viktor y Allison le habían proporcionado, se sentó sobre la cama y soltó un pequeño suspiro tratando de acomodarse de tal manera que su herida dejara de punzar y arder. Cerró por un momento los ojos y trató de buscar un poco de tranquilidad, no pudo evitar sentirse sensible al volver a aquella casa, la cual recordaba como un vago sueño.

Un ruido afuera de la habitación hizo que volteara, vio a Diego parado ahí afuera, mirando hacia las paredes. Diego reaccionó cuando ella giró para verle, ambos se quedaron en silencio, hasta que ella decidió hablar:

—No sabía que te gustaba estar aquí.

La castaña llamó su atención. Diego se acercó a la entrada de la habitación y se recargó en el marco cruzando los brazos sobre su pecho en señal de seguridad.

—¿Cuánto estuviste lejos?

Sabía que era una pregunta bastante obvia.

—Mucho, pero no creí que fuese a llegar aquí de nuevo. Ni siquieta tenía ganas de conocerlos.

Diego soltó una risa irónica en un susurro, bastante fingida como para querer siquiera convencer a Nadine quien se encontraba sin mucha expresión de confianza. Diego dejó de cruzar los brazos y le dio un pequeño golpe al marco de la puerta antes de marcharse.

—No te perdiste de mucho.

Nadine no dijo nada y solo vio cómo se marchaba de ahí.
Ella se quedó en la cama, soltó un suspiro y miró la palma de su mano con sangre seca. Decidió levantarse y caminar con cuidado hasta uno de los baños de la habitación, abrió el grifo y dejó que la bañera se llenara. Una vez que estuvo llena, con todo y ropa se sumergió en la bañera, un poco de humo salió de su piel.

La sangre comenzó a disolverse en el agua. 

Nadine cerró los ojos y se sumergió por completo. El agua lograba relajarla un poco. Fue entonces cuando los recuerdos la asaltaron, trayéndole de vuelta a una época más feliz...

Los rayos de luz se colaban entre las cortinas de la pequeña cocina. Nadine, de no más de 16 años, se encontraba revolviendo una mezcla en un tazón mientras Ian terminaba de calentar la sartén con un poco de mantequilla.

—¿Estás segura de que sabes lo que haces? —la miró de reojo con una sonrisa burlona—. No quisiera tener que llamar a los bomberos otra vez.

Nadine le sacó la lengua juguetonamente mientras vertía un poco de la mezcla en la sartén caliente.

—Ja, ja, muy gracioso —replicó con sorna—. Eso sólo pasó una vez y ya he mejorado muchísimo desde entonces.

Ian se acercó por detrás, rodeando su cintura con los brazos y apoyando la barbilla en su hombro para observar mejor. El aroma dulzón de los panqueques comenzó a inundar la cocina, arrancándole un ronroneo de deleite.