capitulo 3

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~había salido a tomar un poco de aire, mi libertad la había perdido pero siempre ame la sensación de que el viento topará contra mi rostro~

-¿Que estará haciendo ese idiota?-

~decidí regresar a la habitación, tal vez ya me diría eso que me comentó.

Llegando me pude percatar que la puerta estaba entre-abierta y el estaba adentro hablando con alguien por lo cual decidí escuchar

-no puedo jan- dijo una voz que evidentemente era del idiota

-tiene que decírselo señor, ella tiene que saberlo- dijo el ruquito de 70 años

-no quiero lastimarla, algo me dice que esto no va a estar bien y me duele verla así-

-pero ella tiene el derecho a saberlo-

-tu la viste Jan, viste como se puso cuando se enteró de lo de su amiga- dijo el evitando llorar

-la señorita Lizz.....-

~¿Que?, Están hablando de mi. Entonces ¿que es lo que el no puede decirme?~

-la señorita Lizz debe saberlo ella lo a .....-

-¿Que es eso que tienes que decirme?- dije entrando a esa habitación

-jan- fue lo único que dijo y el señor salió de aquel lugar

-¿Y?, ¿Qué es eso que no me puedes decir?- dije levantando una seja

-lizz esto no es fácil de decir- fue lo único que dijo ya que se sentó en su cama y su semblante cambio, el se veía serio y solo pensaba

-dimelo- le pedí

~en ese momento mire su mano, el sostenía mi teléfono~

-¿Qué haces con mi teléfono?- pregunté algo enfadada

-lizz .....-

~en ese momento me apresure a tomar mi teléfono pero al quitárselo el me lo arrebató de mis manos apresuradamente~

-¿Qué haces? ¡Dame mi teléfono!- le grité ya terminada mi paciencia

-¡No!, No puedo darte tu teléfono así que no pienses en tomarlo por qué yo no te lo voy a dar- exclamo enojado y se fue evitando mi mirada

~sabiendo que estaba enojado pensé que a donde se dirigía era su habitación por lo cual yo no podía ir haya, me subí otra vez al jardín en la azotea y me quedé pensando por un largo tiempo que era lo que ese imbécil tenía que decirme~

-¿Por qué no me quiso dar mi teléfono? ¿Qué contenía para que yo no lo pudiese tener?-

~Paso un buen rato ya casi había anochecido cuando decidí volver a su habitación, tenía que dormir y yo lo correría de ahí, por qué otro lugar no conocía

Al llegar pude notar que el no estaba ahí. Mis ojos rápidamente se dirigieron hacia mi teléfono que se encontraba sobre una mesita alado de su cama, por lo que cerré con seguro la puerta y corrí a mi teléfono~

-oh mi bebé te extrañe mucho- exclame acariciando mi teléfono y estrechando este junto a mi mejilla

~es momento de sacar las garras~ pensé para saber qué contenía mi teléfono que fuese malo para mí

~comencé a revisarlo, todo estaba normal, por lo cual decidí revisar el historial y la actividad que tenía el teléfono

Para mí sorpresa tenía muchísimas, en verdad bastantes llamadas, una de ellas eran de Alan, de el tenía 45 llamadas, de Karina solo 3 y mis hermanos tenía el récord ya que ellos había saturado las llamadas

Enamorada de un narcotraficante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora