―…y no olvides archivar los documentos que te di ayer ―el rubio la miró serio―. Es enserio, ________. Necesito que estén archivados ya.
―Si, señor. No se preocupe.
_______ tomó los papeles que descansaban sobre el escritorio blanco de Ryan Butler, su jefe, y se marchó. Frustrada, se acarició las sienes.
«Vaya, feliz cumpleaños _________»
Ya molesta, resopló. Hoy cumplía veinticinco años. No estaba nada contenta. Le habían cargado el trabajo del día y del siguiente. Si no fuese porque necesitaba el dinero para pagar su pequeño departamento se iría. Ryan Butler era muy atractivo, con esos ojos de casanova, una sonrisa impresionante (cuando sonreía) y un cuerpo bien trabajado. Pero era un ogro. Todo el tiempo estaba de mal humor (claro, mejor cuando se tiraba a una de las muchas secretarias de su empresa en su propia oficina), la cargaba de trabajo y la reprendía siempre que podía. Y todo porque ella se había negado a tener sexo con él.
Pero debía admitir que era bueno con los negocios. Se encargaba de organizar eventos sociales, y eso a ________ le encantaba. De niña ayudaba a su madre con las decoraciones y cuando ella le faltó continuó haciéndolo. A modo de tributo. Su corazón se encogió y se aclaró la garganta para evitar que saliera una lágrima traviesa.
Suspiró y caminó a toda prisa hacia el cuarto de archivos. Era como un enorme almacén donde todo estaba archivado. ________ odiaba ir allí. Aun le daba escalofríos recordar lo que había pasado.
«_________ jadeó y comenzó a llorar. Estaba asustada. Su pequeño y frágil cuerpo estaba oculto entre el archivero seis y el siete. Se tapó la boca con ambas manos para evitar hacer algún ruido, mientras las fuertes pisadas se acercaban ferozmente.
―________, sal. Ahora. Podemos pasarla bien.
________ cerró los ojos y se abrazó a ella misma. Desde el interior gritara que él se fuera, pero seguía al asecho. Como si ________ fuera la presa y él el cazador. Repugnante.
―Sabes que de todas maneras voy a llegar a ti, mon cher*.
_______ dejó escapar un gemido de miedo y se arrepintió de inmediato. Quentin Pierce, su supervisor, estaba a pasos de ella con una mirada depredadora, sonriéndole. ________ se levantó e intentó correr, pero él la sostuvo del trasero y la atrajo hacia él. _______ forcejeaba, inútilmente.
―No, señor Pierce. Por favor ―le suplicaba ella.
Su supervisor le sonrió.
―Hoy no, nena. Hoy no te dejo escapar.
Y le plantó un beso que sabía a alcohol. Wiskey, seguramente. ________ asustada, fingió seguirle el beso. Quentin se relajó y le apretó más el trasero. ________ reprimió un grito de asco y le mordió el labio con fuerza. Quentin se retiró gritando de dolor. _________ le había dejado una mordida enorme de la cual brotaba sangre sin parar. Ella, sin pensarlo, empezó a correr a toda prisa de ese lugar. Corrió hasta el baño y se encerró en uno de los baños individuales. Se abrazó a ella misma. Quería morirse ¿Por qué le había tocado todo eso a ella?»
_________ agitó su cabeza y alejó de inmediato el recuerdo. Quentin seguía trabajando en la oficina y seguía siendo su supervisor. Y luego del incidente en el cuarto de archivos, él no perdía oportunidad de desprestigiarla. Pero ________ siempre sabía librarse de ello. La vida la había vuelto una luchadora incansable.
Caminó entre la larga fila de los nuevos archiveros en “styles steel” y rebuscó entre los papeles que tenía en la mano: archivo 213. Resopló de frustración y siguió caminando por el pasillo. 2O2…2O3…2O4…Observó un momento el contenido de los documentos para asegurarse de que eran los indicados. 211…212…213…Un mal paso y se dobló un poco el tobillo. Creyó que por culpa de la altura de sus tacones la haría caer, pero se repuso de inmediato. Suspiró e introdujo el simple código de cuatro dígitos y lo abrió. Introdujo por orden los documentos y cerró colocando de nuevo el código.
Apenas dio un paso para marcharse, se detuvo en seco. No estaba sola…
Al otro lado del pasillo escuchó un cuchicheo. Por lo que entendió, eran dos hombres. Caminaban, se acercaban. Ella retrocedió y se oculto entre los archiveros 212 y 213.
―He pasado toda la mañana aquí y nada. Estos archiveros de mierda no pueden abrirse sin un jodido código ―dijo uno de ellos.
________ dio un respingo y contuvo la respiración por unos segundos.
―El jefe va a estar furioso. Deberíamos regresar y explicarte ―siguió hablando.
―Ni de coña voy con el jefe ahora ―habló el otro―. Volvamos a la camioneta. Veamos si Keller tiene otra forma de abrir esta mierda.
Y los escuchó alejarse. Al no escuchar pasos, ________ se atrevió a suspirar de alivio. Sin hacer mucho ruido con los tacones, trató de apresurarse para salir de allí. Al verse de nuevo entre los cubículos de las oficinistas se sintió aliviada.
Un repentino presentimiento la hizo reaccionar.
¿A qué iba todo eso? ¿A caso alguien trataba de robar algún documento? ¿Para qué? ¿Debería avisarle a su jefe?
― ¿Qué coño es esto? Te pedí el informe de esta semana, no de todo el jodido mes. Eso es hasta la semana entrante. Has toda esa mierda otra vez, Natalie.
_________ negó con la cabeza. No podía contarle nada a su jefe, no al menos hoy. Se quedaría callada y en cuanto estuviera entre las cuatro paredes de su apartamento, lo pensaría. Así, ya decidida, volvió al trabajo.