Febrero de 1939, Istmo de Carelia, frontera entre URSS y Finlandia.
Frio, demasiado frio.
Sus ojos observaban escasamente los caminos por los que sus pies andaban, la nevada era tan fuerte que era imposible abrir bien los ojos.
¿Por qué estaba en ese lugar?
En medio del bosque cubierto de extenso blanco, caminando con un rifle en mano, titilando del frio y el miedo, Yuri Plisetsky se cuestionó los hechos respecto a su existencia.
No entendía porque estaba allí.
Luego de la gran Guerra los conflictos no cesaron, era más el aire de tensión que de tranquilidad entre las naciones. Evitando perdidas contraproducentes en un periodo de incertidumbre dentro del nuevo régimen soviético, miles de jóvenes debieron ser preparados en el arte militar, si no podían defender su propia patria o lanzar granadas a una distancia de 20 metros, era inservibles para su nación, desprovistos de cualquier honor. Pero en el caso de Yuri, él no tuvo más opción. Luego del fallecimiento de su abuelo, la única familia cercana a él, fue mandado al seno de su siguiente familiar, un primo lejano de 32 años que era Coronel en la franjas de la retaguardia en la ciudad de Stalingrado. Cuando llego a su puerta, este le miro de arriba hacia abajo, haciendo una mueca de repulsión como si el joven de 16 años oliera a mierda. Le dejo entrar a su mansión, y allí el infierno comenzó. No pasó muchos días en aquella enorme mansión donde residió su primo, fue a parar en las barracas con muchos más jóvenes que tenían su misma edad.
A las afueras de la ciudad de Stalingrado, se instalaba un campo de entrenamiento militar de infierno en el Yuri paso varios meses, aguantando malos tratos, palizas y desmoralizaciones, sin embargo, la comida no era tan mala, y consiguió compañeros con los que tratar. Un chico en particular, un compatriota de Almaty llamado Otabek Altin, territorio kazajo perteneciente a la URSS, que tenía solo un par de años más que él. Era más callado que el resto de los reclutas, bastante bajo pero muy ancho de espalda, con rasgos filosos y masculinos, nunca había hablando con él pero el tipo de hombre que Yuri Plisetsky idealizaba. Él era muy diferente de sus compañeros de carraca, con 16 años su cuerpo era extremadamente delgado, sus brazos apenas tenían musculo y su altura aun era de 1.60, muchas veces este término limpiando los baños y cargando suministros por golpear a sus compañeros que intentaron verle como una chica, pero Yuri Plisetsky era todo menos delicado. Sin embargo, esos mismos castigos fueron los que hicieron que aquel joven callado del campamento y él se conocieran. Cuando debió llevar los suministros de comida al almacén de la cocina, fue ayudado por el dado que tenía también la tarea de ello. Terminaron esa tarea en silencio, cerrando el almacén luego de ello. Yuri se limpio el sudor de la frente y estuvo dispuesto a irse cuando fue detenido por su compañero, este le miro sin expresión aparente.
— Oye, ¿quieres tomar un poco de café? —pregunto de la nada.
Yuri le miro como si tuviera monos en la cara, siendo que no tomaba dicha bebida desde que estaba en casa de su abuelo, y estando en medio de un campo de entrenamiento, apenas y tenían una comida decente cada día. Lo miro como si estuviera loco, y aun sin darle respuesta el otro chico volvió a preguntarle.
— ¿quieres tomar un poco de café sí o no? —pregunto esta vez más directo, haciendo que Yuri no dudara y terminara aceptando.
Solo unos minutos fueron suficientes para que estuvieran dentro de la cocina, con Yuri viendo como Otabek molía los granos de café tostado para luego colocarlos a hervir junto con el agua.
— ¿Cómo es posible que tu...?
— Trabajar en la cocina hace que tengas ciertos privilegios que nadie más tiene. Era el único con experiencia en esta área dentro de todos los que entraron conmigo, así que ayudo a preparar la comida de los reclutas y también la de los oficiales —explico sin dejarle terminar su frase, mientras filtraba el café y servía una pequeña taza en frente de Plisetsky, cuando esta estuvo llena, Yuri la observo con total admiración.
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El dulce sabor del café (Concluida)
FanficSus ojos observaban escasamente los caminos por los que sus pies andaban, la nevada era tan fuerte que si se descuidaba caería en las fauces de las balas o congelado en lo más profundo del lago. Tenía apenas tres semanas en el borde extremo del Istm...