7 ◇ Las quejas del Rey Arthur

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 El otoño había dado gruesas pinceladas a los arbustos y árboles que decoraban la Academia

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El otoño había dado gruesas pinceladas a los arbustos y árboles que decoraban la Academia. Los estudiantes se mezclaban en él con sus bufandas rojas y sus botas de lluvia. El viento estaba calmo a aquellas horas de la tarde, tu momento preferido del día, lejos de los profesores que ya habían anunciado las fechas de los exámenes. Faltaba mucho todavía, pero tu ansiedad no te permitía perder el tiempo sin dejar de estudiar un segundo y sin permitirte distraerte en las clases. El único momento donde te sentías a salvo de todo aquello, y de los problemas en tu casa, era en el Club de Periodismo.

Los volúmenes del periódico se habían acabado, y todo por un revuelo que se armó con una de las notas que habían presentado. Para ser exactos, la tuya. Muchos fueron a quejarse directamente con Ludwig, y los cobardes se limitaban a mirarte mal por los pasillos. A veces te preguntabas si había sido lo correcto, pero las dudas se despejaban al recordar por qué lo habías escrito. Para que respetaran a la Clase C.

Algunos chicos de la clase tomaron coraje gracias a ti. Aquella nota era la prueba de que no estaban solos, de que eran tan importantes como los demás ¿Y a quién le podría importar estar en la Lista de Alumnos Destacados de la Academia, si podía ser reconocido de otras maneras? No armaste una revolución, obviamente, y tampoco erradicaste el sentimiento de superioridad que causaba estar en aquella estupida lista. Pero en los recreos podías notar como la Clase C se enorgullecía de ti. Te agradecían por tu trabajo, te preguntaban quienes serían los siguientes en tu próxima nota e incluso algunos te confesaban que ya no se avergonzaban de sí mismos.

Ese día el Club se había tomado el día para celebrar. Nada de reuniones aburridas dónde Feliciano dormía y Ludwig se quedaba sin saliva. Habían decidido hacer un picnic. La sala de reuniones era un aula vieja en desuso, con un enorme armario donde guardaban todos los materiales, un pizarrón antiguo y un par de mesas grandes de madera oscura donde se solían sentar. Antes de sacar la comida que había traído cada uno, limpiaron y acomodaron todo para dejarlo como nuevo. Un mantel floreado, quizá de mal gusto, traído por ti, decoraba la mesa principal. Un aroma a lavanda, proveniente de una vela aromatizante, los envolvía, mezclado con productos de limpieza y el aroma de la tierra húmeda proveniente de los jardines.

Kiku sacó unos bentos que había armado cuidadosamente para todos. El tuyo traía especialmente bolas de arroz con caritas sonrientes dibujadas cuidadosamente con salsa de soja. Era tan tierno. Feliciano chillaba de alegría, saltando como un niño el día de su cumpleaños, por los onigiris de... ¿pasta? Una extraña idea que se le había ocurrido a Kiku días atrás. Te preguntaste si era adecuada la dieta del italiano. No había un día donde la pizza, la pasta y el gelato no estuvieran presentes.

—¿Qué ha traído usted, Aurora-san?—preguntó el nipón, desenvolviendo la manta donde guardaba su bento.

—Les traje un delicioso pastel de chocolate —le sonreíste entusiasmada, sacando el enorme tupper con los pedazos de pastel dentro—. O al menos espero que lo esté.

Academia World (Hetalia x Lector/a)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora