Mi familia.

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El día pasaba con tranquilidad, silencio en toda la casa, con él único sonido de él viento elevando suavemente las hojas y los pequeños pájaros cantando aquí y allá. Era tan tranquilo todo que no podía evitar recordar los últimos años.

Una sonrisa se asomó por sus finos y delicados labios. Recordó el día de su boda:

Su hermoso vestido blanco resplandecía ante el sol y su mirada, esos ojos oscuros que estaban iluminados con una emoción increíble, quedó quita sobre él joven hombre vestido de blanco. Era su esposo. Su entusiasmo creció al imaginarse su nueva vida, una nueva vida junto con él. Sonrió al verlo reír con su padre mientras comía del enorme banquete de bodas. Esa, sin duda, era la parte favorita de su esposo.

Él era su familia.

Suspiró y sonrió de nostalgia. Ese día era uno de sus favoritos. Por que, se dió cuenta que, todos los días que pasaban eran sus favoritos, no había día ni noche cual no la pasara genial, junto a su familia.

Recordó el día que su marido conoció a Gohan, a su hijo:

La leve risa de una pequeña criatura sonaba por la casa, a pesar que él se encontraba en su habitación, se podía percibir como el recién nacido se entretenía con los hermosos juguetes frente a él, mientras que su madre estaba en la cocina, preparando una gran cantidad de comida.

Hace dos días que había salido del hospital y ella estaba segura que su Goku llegaría ese día, puesto que, cuando ella dió a luz, el se encontraba tan nervioso que desapareció. La única idea que se le ocurrió a ella era que se había ido a entrenar para poder quitarse lo nervioso. En cierta parte, a ella le dolió, ella quería que su esposo estuviese ahí, pero no, el de lo nervioso e inquieto que estaba se tuvo que ir.

La otra parte de ella la hacía dudar. Él era nuevo en todo eso, el había crecido mas en la parte de la naturaleza y no estaba acostumbrado a estar con muchas personas, ella lo entendía, pero eso no quería decir que no le dolía y enojaba.

Escuchó el sonido de la puerta principal y se quedó quieta.

—¿Milk? —llamó su esposo a su espalda. Ella giró lentamente, sabía que eso pondría de nervios a su marido. Elevó una ceja al verlo completamente.

Su ropa estaba sucia y algo desgarrada, y su piel estaba llena de sudor. Una sonrisa tímida se incrustó en el rostro de su marido y ella frunció el ceño, dejó de sonreír.

—¿Qué haces ahí parado? —reprochó con seriedad —, ve a bañarte.

Y  se giró dándole de nuevo la espalda. Siguió cortando y mezclando cosas en su comida y después de unos minutos escuchó los pasos de Goku alejarse. Una suave risa se escapó sin querer de sus labios al imaginarse la cara de Goku al ver a su hijo. Así que, con sumo cuidado, dejó de hacer la comida y caminó tratando de no hacer nada de ruido.

Goku se encontraba de pie en el pasillo, frente a la habitación del pequeño, su cara estaba entre la curiosidad y la sorpresa. Milk trató de no reír, quería ver lo que haría su esposo. Así que, pasaron unos segundos cuando observó a Goku entrar con pasos indecisos a la habitación. Milk corrió tan suave como pudo y asomó su cabeza.

Goku estaba de pie a un lado de la cuna, en ella se podía apreciar al pequeño recién nacido riendo y moviendo sus manos de aquí a allá. Goku tenía una mirada extraña, era como de asombro. Y como si el bebé a penas se diera cuenta de que él estaba ahí, lloró. Goku dio un pequeño salto y parpadeó confuso.

Milk apretó los labios, tenía que ver lo que seguía. Para sorpresa de ella, Goku sonrió. Era una sonrisa tierna, una sonrisa hermosa. El bebé seguía llorando y estiraba sus pequeñas y regordetas manos hacía su padre, el cual aún no se movía de su lugar.

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