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Y os preguntaréis cuál es el tercer caso. Os sonará, fue comentado antes.

Tal y como Reiji prometió, empezó a no irse tan temprano, permitiendo a la pareja darse los buenos días y despedirse por la mañana. Yui ya llevaba horas dormida cuando él regresaba, pero eso no suponía ningún problema para ambos.

Pasaron así dos tranquilas semanas, y aprovechando que una noche no tenía tantas cosas que hacer, Reiji decidió invitar a Yui a cenar en un restaurante, después de todo había pasado tiempo desde la última vez que cenaron juntos.

Yui se preparó con el mismo esmero que lo hizo en el día de su aniversario, pero llegó la pega de que a Reiji le surgió la necesidad de leer y firmar unos documentos.
-Si tardamos más nos quitarán la reserva; puedes ir yendo tú, ya te acompañaré, el familiar que conduce el vehículo conoce la dirección. Espérame, estaré allí.

Yui no supo como tomarse aquello, pero lo hizo igualmente.

El recinto de destino era el lugar ideal: sencillo, para ajustarse al gusto de Yui, pero elegante, perfecto para estar con Reiji.

Mesa en nombre de Sakamaki, una localización pulcra y unas sillas cómodas, es la descripción del lugar donde condujeron a Yui.
Le ofrecieron tomar nota, pero ella pidió esperar.

Pasó media hora, igual era mucho lo que Reiji tenía que leer, pensó.

Una hora, no había ni rastro de él y ya se estaba tardando demasiado, igual le faltaba poco. Pidió un pequeño entrante para pasar el rato.

Hora y media, no comió nada más y sopesó entre irse o esperar unos minutos más. Optó por lo primero y pagó la cuenta de lo poco que había comido, menos mal que llevaba algo de dinero encima.

-Y pensar que es él quien se queja de mí por tardar diez minutos -farfulló Yui, recordando la exigente puntualidad de su marido.

No sabía si debería estar enfadada por haber recibido plantón o estar preocupada porque le hubiera pasado algo.

La limusina no estaba, por lo que tuvo que volver a casa a pie, irritándola todavía más, pero eso la ayudó a organizar sus pensamientos por el camino.

Podía llegar a entender que Reiji olvidara su aniversario, ¡pero no que por unos simples documentos que no deberían quitarle más de media hora le hicieran olvidar una cita que él mismo organizó!

Estaba a punto de amanecer y llegó agotada a casa. Se sorprendió al ver que la limusina estaba aún allí, esperando a Reiji para llevarlo al lugar que nunca fue.

Entró y subió a su habitación, no tuvo tiempo de abrir la boca para exponer sus quejas cuando lo vio sentado frente al escritorio y recostado sobre él.

Sus sospechas se confirmaron al acercarse y mirar su rostro dormido sobre los documentos que mencionó antes.

-¿Tan cansado estabas? -preguntó tranquilamente en voz baja.

Seguía molesta por haber recibido plantón, pero entendió que Reiji había estado esforzándose hasta tarde y había llegado a su límite en el peor momento posible.

Inspiró profundamente para calmarse y sonrió. Buscó en el armario una manta y se la colocó sobre los hombros, el vampiro se movió un poco en sueños. Decidió no quitarle las gafas por temor a despertarlo y le dio un suave beso en la frente. Se cambió de ropa y se fue a la cama.

Se despertó para ver que Reiji no estaba y que la manta con la que lo había arropado estaba ahora sobre ella. Obviamente él la había dejado ahí antes de irse.

Supuso que no estaría en casa, aunque hubiera prometido que no volvería a irse tan temprano.

"Le habrá surgido algo", pensó.

Se vistió y bajó las escaleras. Mientras pensaba que debería hacer, notó un delicioso aroma en el aire. No se lo esperaba para nada.

Se dirigió al comedor y lo vio poniendo la mesa, Reiji se giró rápidamente para verla al notar su presencia y sonrió.

-Buenos días, Yui -saludó.

-Buenos días, ¿qué haces? -le preguntó.

Reiji se ajustó las gafas y suspiró.
-Anoche me quedé dormido y  te dejé esperando para la cita en vano -dijo con arrepentimiento-. Y eso que fui yo quien se le ocurrió la idea para pasar un tiempo juntos.

-No pasa nada, estabas cansado -recalcó Yui-. Tal vez hubiera sido mejor haber cancelado el plan, así estarías más tranquilo.

-¡No me refiero a eso! -aseguró-. ¿Ni siquiera estás enfadada conmigo?

-Confieso que al principio sí, pero al regresar a casa y verte dejé de estarlo. Ya has visto que te puse la manta, no quería que pasaras frío.

Reiji no tenía palabras para decir lo agradecido que estaba de amar a una chica tan maravillosa y comprensiva.

-En fin, como una disculpa me parecía poco y hacía mucho que no preparaba el desayuno, aproveché haberme despertado antes para hacer tortitas, todavía queda miel y sirope para añadir, si quieres.

Tras desayunar y hacer un pequeño y absurdo intercambio de insistencias sobre quién debería lavar los platos (ella se ofrecía a hacerlo, ya que fue Reiji el que cocinó, pero él insistía en hacerlo él mismo porque estaba haciendo todo aquello por Yui), decidieron hacerlo los dos juntos.

-¿Sabes, Reiji? -dijo ella mientras estaban en la cocina, haciendo ambos su tarea-. Estoy pensando en buscar trabajo.

Reiji paró en seco, preocupándola.
-¿Por qué? No tenemos necesidad y ya estoy yo para mantenernos a los dos -dijo.

-Llevo pensando en ello varios días y me decidí anoche, cuando caíste rendido por la falta de descanso. Es de suponer que si yo también pongo de mi parte, tú no tendrás que sobreesforzarte tanto.

Reiji dejó el plato que estaba limpiando y la miró.
-No lo entiendes, Yui, no solo trabajo por nosotros dos. Ya sé que ha habido muchas veces que trabajo de más por cuenta propia, pero también tengo responsabilidades como la mano derecha de Shu, no todo lo que me surja depende siempre de mí, nada más.

-Aún así, Reiji -insistió ella-. No soporto verte así, yo también quiero trabajar por cuenta propia -añadió antes de que Reiji dijera algo más-. He dejado los estudios, siempre estoy en casa, ya sea limpiando, leyendo o paseando por el jardín. No quiero hartar a tus hermanos y a los Mukami con mis visitas. ¡Siento que puedo dar más provecho haciendo más cosas! -exclamó-. Vamos, dame una oportunidad para hacerlo.

Atónito, Reiji escuchó todas y cada una de las palabras de su amada.

-Supongo que no soy quién para no permitírtelo -dijo tras un suspiro-. De acuerdo, ¿en qué podrías trabajar?

La mirada de Yui se iluminó.
-Probablemente de camarera en algún restaurante o en una cafetería, veré si puedo encontrar algo cerca de casa.

-Entendido, con tal de que no tengas ningún problema me parece bien. Pero no olvides nunca que no debes revelar quién eres realmente, sería malo para todos que alguien poco conveniente sepa que no eres humana.

-No te preocupes, Reiji. ¡Prometo esforzarme y tener cuidado!

Al final fue la opción de la cafetería, no fue muy difícil para ella ser aceptada en el tercer lugar que pidió empleo, y al mentir sobre su edad nadie vio extraño que estuviese casada. Se llevaba bien con sus compañeros de trabajo, pero no quedaba con ellos para salir o tomar algo después de la jornada para volver antes a casa.

Se sentía más útil trabajando, tras dos semanas se ofreció a tomar horas extra después de cerrar para limpiar el lugar al enterarse de que había poco personal para aquello.

Esto preocupó a Reiji, se dio cuenta de que Yui se centraba tanto en el trabajo que se olvidaba de comer, y las veces que se acordaba de hacerlo se contentaba con pan o sándwiches; incluso si para ella no era tan malo al ser inmortal, eso afectaba a su energía, y con irse a dormir tan tarde se notaba todavía más.

Y aún en ese estado, Yui había decidido irse más temprano aún...

[Publicado el 17/4/2019]

Patience | Reiji SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora