Negación

246 33 7
                                    


La primera media hora que llevó conduciendo, Oliver, se sintió ligeramente incómodo ante la idea de dejar a Andy sólo en su casa. A partir de ya pasada la segunda hora, la incomodidad que lo carcomia por dentro fue reemplazada por una sensación de inquietud y de ansiedad. No encontraba explicaciones o más bien, negaciones, por más que lo analizará o le diese vueltas al asunto. Todo parecía siempre finalizar en sólo una respuesta clara pero que él se negaba a admitir.

Oliver salió de la pequeña tienda con tres grandes bolsas de papel madera, repletas de comida.

Suponía que sería suficiente como para sobrevivir durante los próximos tres días en los que él, y por supuesto Andy, iban a quedarse juntos bajo un mismo techo hasta que los padres de ambos regresarán de viaje.

También se sentía un tanto nervioso ante la idea de pasar tanto tiempo a solas con Andy. Y no debía, no cuando ambos eran mejores amigos desde hace años. En vez de eso tendría que sentirse preocupado por el que dirán los señores Biersack, y sus padres, cuando regresarán de viaje y se enteraran de que él, siendo un Alfa adolescente en pleno apogeo hormonal permitió que un bello Omega sin pareja se quedase a solas junto a él durante tanto tiempo.

El señor Ben Biersack lo mataría si no fuese por que él y su esposa Ciara eran grandes amigos de los padres de Oliver.

Jordan y Ema.

Como jefes de la gran manada de Ohio, los Biersack y los Sykes, debían de viajar con gran y estricta constancia a Chicago para ser parte de las cumbres extraordinarias que organizaban cada regentes de las distintas manadas de todo el país. Ambas familias comenzaron a ser cada vez más cercanas con el pasar del tiempo, desde ir a citas dobles hasta ayudarse en sus bodas. Las tardes de té y las cenas de fin de año, ocasionaron que ambos hijos  de las parejas se hayan unido tanto como ellos, a pesar de la diferencia de edad de ambos niños.

En esta ocasión, habían sido cordialmente invitados al acuerdo más importante para cada manada del país, la tan esperada cena de paz entre Manadas y Clanes.

Oliver no estaba realmente muy metido en el tema al igual que Andy, ni siquiera les interesaba ser sucesores de sus padres, pero no era tan necesario estar metidos en ello como para comprender la magnitud del acontecimiento.

Todo Omega que conformase parte de un clan podía finalmente tener la oportunidad de irse de el y de ser parte de una de las manadas donde tendría derechos como los tienen los Omegas de las manadas. Ya no tendrían que sufrir a manos de los horrorosos Alfas de los clanes, ya no tendrían que soportar el ser humillados, maltratados o usados sexualmente. Ahora podían ser libres.

En las manadas como la de Oliver, los omegas eran igualmente de respetados como lo eran los Alfas y los Betas. El próximo objetivo eran los derechos de los Gammas y los Deltas.

Pero eso iba a ser un tanto complicado.

Sintiéndose extrañamente raro se subió al automóvil negro que estaba aparcado en la vereda de enfrente a la tienda y dejó las bolsas en el asiento trasero. Sonrió al ver el paquete azul característico que resguardaba a sus amadas Oreos. No se había olvidado de ellas.

Una vez encendido el motor para emprender la marcha a casa, encendió la ventilación y aprovechó la oportunidad para colocar también la radio. Con una mano en el volante y la vista fija en la carretera, tironeo de la bufanda y desprendió los primeros botones de su chaqueta como pudo,  con su mano libre.

- Estoy sudando como un cerdo en pleno invierno, ¿Qué es esto? -Se quejó agitado. Silbo al ritmo de la melodía que fluía de los parlantes, tratando estúpidamente de ignorar el calor abrasador que estaba recorriendole por cada parte de su cuerpo. Se sentía en llamas- Me cago en la santísima luna...

Bajó la ventanilla a su lado cuando ya no lo soportaba más y aumentó la velocidad del carro, dispuesto a llegar a casa cuanto antes para ducharse y beber algo frío, su pecho dolía brevemente, no era un dolor insoportable pero si molesto.

A Oliver le parecía como si alguien estuviese llamándolo, pidiendo por el con una urgencia algo desgarradora y un tanto desesperada. Su preocupación aumentó cuando notó que definitivamente sus padres no eran los que lo llamaban, el pedido no provenía de su vínculo con ellos dos, pero a pesar de que se le hacía demasiado extraño decidió dejar de pensar en cosas raras por su bien, no querría terminar estampado contra un camión por su negligencia.

🐾Maybe you can run🐾

Estaba a pocos kilómetros de su casa, ya había dejado atrás la cuidad y en estos momentos estaba por llegar a la entrada del pueblo.

Su lobo comenzó a perder la maldita cordura y eso a Oliver no le servía de nada, no podía ni siquiera controlarse a él mismo y ahora el tener que hacerlo con su lobo le daba un doble resultado de dolor de cabeza. Las manos le habían empezado a arder al igual que las piernas y los brazos.

Cuando paso la entrada al pueblo, unos cosquilleos intensos en la zona de su estómago lo obligaron a estacionar su carro a un lado de la carretera desierta.

Oliver respiró profundamentey deseo que todo parará de una buena vez, no estaba teniendo control de el mismo y tampoco de su lobo, los ardores que estaban recorriendo por largo de su cuerpo eran exactamente los mismos que aparecían cuando la luna llena se poscicionaba en el cielo y tocaba la hora de transformarse e ir a cazar.

Sólo que esta vuelta a Oliver no le apetencia cazar.

A su lobo tampoco.

Lo que ambos querían era correr pero hacía alguien.

Manada.

Manada.

Manada.

Era hora de dejar de negarse. La luna finalmente le estaba confirmando y concediendo su deseo.

Como alma que lleva el diablo Oliver hizo rugir nuevamente el motor del automóvil.

Un olor conocido pero que se había vuelto el doble de abrumador para él, tocó su nariz sin su permiso y se coló por cada centímetro de su cuerpo, danzando bajo su piel y por sus huesos hasta hacerlo estremecerse.

Manada.

Manada.

Manada.

No había mucho tiempo que perder, tenía que encontrar a quien olía como Oreos y leche tibia.

El lobo de Oliver aullo en su interior, mientras que Oliver miraba a la luna. El lobo agradecio y el humano pidió perdón por haber sido tan necio.

Con gran velocidad, y con su corazón a punto de estallar, corrió y corrió persiguiendo el embriagante aroma que le pertenecía nada más y nada menos que a su Omega favorito.

Oreo •||Sysack||• OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora