Capítulo II

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》Omnisciente《

Su padre no había vuelto en varios días como él había acordado.

JeongHan miraba a través de la pequeña y dañada ventana de su habitación, ya casi era un mes desde que su padre había partido en busca de recuperar su riqueza, y por consecuente, su renombre en la alta sociedad. A JeongHan jamás le había convencido la idea de que su padre fuera a la costa para recuperar la mercancía que le pertenecía por derecho, su padre ya era un hombre mayor, viudo y quien con el pasar del tiempo parecía que enfermaba cada vez más.

Se sentía resentido con sus hermanas mayores, probablemente el dinero obtenido de la mercancía seria malgastado en regalos ridículamente caros, incluso él se sentía mal por haberle pedido un obsequio—aunque fuese un regalo tan simple y banal como una rosa—.

Durante esos días que se habían quedado solos, él tuvo que hacerse cargo del quehacer, la comida y hasta de alimentar algunos animales domésticos, y después matarlos para alimentarse de ellos. A JeongHan no le gustaba criar animales para matarlos, le parecía cruel e inhumano, pero no había otra forma, realmente no había más con que alimentarse en donde se encontraban, solo quedaba que su padre negociara con pastores que casualmente cruzaban por esa zona junto a su ganado por un par de escudos a alguno de sus animales.

JeongHan recordó entonces que debía preparar la cena—que no era precisamente simple—, sus hermanas eran muy exigentes en cuanto a la comida a sabiendas de que no podían permitirse el lujo de comer a todas horas y en grandes cantidades. JeongHan salió de su habitación y camino un par de pasos a través de la humilde casa hasta la cocina, salió a través de la puerta que daba a algo muy parecido a un patio verde donde en una gran roca se encontraba restos de lo que antes era un lomo de cerdo.

—Maldición—debió suponer que los animales salvajes de los alrededores intentarían comerse el lomo de cerdo si este no se encontraba supervisado. Aun no podía acostumbrarse a este tipo de vida, donde él debía de ser el "hombre de la casa", título por el que su padre lo llamaba, hinchándosele el pecho de orgullo, mientras que sus hermanas lo usaban de pretexto para que este se encargara desde las tareas más "pesadas", hasta las más sencillas, porque él era el "hombre de la casa".

Él no podía ser el hombre de la casa, eso era lo que pensaba JeongHan cada vez que se referían a él de esa forma. JeongHan era un hombre débil, no podía mover cosas pesadas, los varones de su facultad solían burlarse de el a hurtadillas sobre lo débil y delicado que era como una pluma. JeongHan odiaba su rostro afeminado, las mujeres no podían tomarlo enserio, ¡hasta se burlaban de él cuándo las invitaba a salir!, era realmente humillante.

Y su voz.

Esa era la peor parte, su padre siempre le decía que su voz era tan dulce como la de su madre, pero esta era aguda y muy poco masculina, nadie podía tomarlo enserio con esa voz realmente.

Salió de sus pensamientos cuando algunos gritos provinieron de la pequeña casa. JeongHan, asustado, se dirigió casi corriendo hacia el interior para interesarse de que ocurría, grande fue su sorpresa cuando en la entrada de la humilde casita, se encontraba su padre siendo rodeado por sus hermanas que en vez de preguntar si se encontraba bien, si había comido correctamente, si estaba cansado o siendo un poco más pretencioso, ¿cómo había resultado todo con la embarcación?

—¡Padre! ¡Volviste!—atino a exclamar con aun clara sorpresa, abrazo a su padre—¡Que alivio que hayas vuelto sano y salvo!

Cuando fue consciente de la expresión en el rostro de su padre, JeongHan comprendió que algo había pasado y que probablemente no quería volver a casa realmente.

Garden; JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora