YoonKook

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JUNGKOOK
Autotune.

Habían pasado las últimas horas adentro, a media luz, a veintiocho grados centígrados; aspirando el aroma del hielo y haciéndolo resonar contra los cristales, que contenían uno licor y el otro simple agua.
Jungkook era un privilegiado, porque podía entrar cuando quisiera y no cuando Yoongi autorizara, como con el resto.

A eso de las diez de la noche nada más se escuchaba el sonido amortiguado, grave de las teclas, cuando Suga las presionaba con dedos hábiles.
Ah, Suga era completamente genial cuando abría esos programas en su computadora y comenzaba a conectar cables.

Jungkook le había pedido una vez que le enseñara, pero el productor había soltado una risita -de esas tan de él, nerviosas y culpables- y le había dicho que no permitiría que el maknae aprendiera una disciplina en la que había gastado sudor y lágrimas, porque seguramente lo aprendería en un par de semanas y eso heriría su orgullo (aquello último del orgullo no lo dijo, pero estaba prácticamente claro para Jungkook).

Jungkook se había "resignado" tras haberse reído de él, reído con él y finalmente haberlo chantajeado y retado; la verdad era que el menor, desde aquella vez, se sentaba muy quietecito, en el sofá que estaba de fondo, y miraba atentamente todo lo que el mayor hacía, tomando notas mentales y absorbiendo tanta información como podía.

Suga no tenía que decir nada, pues Jungkook había llegado a intuir sus movimientos.
Jungkook sabía por qué lo había hecho.

No quería copiarle a Yoongi sus talentos: sencillamente lo admiraba.

Jungkook se había salido de su casa a una edad precoz, y aunque le doliera admitirlo para sus adentros, no sentía que con su verdadera familia, la de sangre, hubiera una fuerte conexión como con su otra familia: los chicos.
Y si todos los chicos eran como su familia, o así lo sentía su corazón, Min Yoongi era al que adoraba.

Ya era una costumbre, que no llegaba a pensar jamás, el hecho de acercarse a hurtadillas a su estudio para verlo trabajar. Podía ver en los ojos pequeños y sonrientes del mayor un dejo de ternura que se le escapaba cada que lo descubría espiando. Tal vez por eso lo había dejado aprender la contraseña del cerrojo.

Los sentimientos, de alguna u otra manera, terminaban siempre reverberando en las mentes contrarias, y creando un reflejo.

Jungkook no se había dado cuenta desde cuándo había comenzado a observar.
Cuando intentaba las coreografías, cuando se rendía y, en lugar de enojarse, se volvía simple y tonto y comenzaba a bailar como un fideo. También cuando se ponía sensible -normalmente los días que hacía mucho frío o cuando estaba desvelado- y soltaba una que otra confesión sencilla, directa del corazón, que lamentaba escandalosamente si se la recordaban después. Por todas esas cosas que Min Yoongi hacía, la ternura dejaba a Jungkook obnubilado.

Y de principio pensaba que era una insolencia sentir aquello, porque él era menor, y la ternura se siente hacia las cosas pequeñas, cuando el que la mira es grande y experimentado.

¿Tal vez había empezado cuando Jungkook se volvió más alto que Suga?

Porque Yoongi era un productor experto y era un rapero admirable, pero cuando salía de esas facetas e intentaba ser un ídolo, e incluso cuando intentaba ser una persona como el resto del grupo, una persona sociable, Min Yoongi era tierno.

Enloquecedor.

—¿Y...? —la voz de Suga había sonado tan fuera de lugar como un pegaso plasmado en una fotografía: inesperado pero bonito. Jungkook no se sobresaltó a pesar de la ruptura del silencio delicioso, sino que dirigió casualmente la mirada hacia el mayor, que lo observaba desde la silla giratoria, delante de él —. ¿Qué opinas?

"Genius Lab"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora