NamGi

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NAMJOON
La tarjeta de sonido

Yoongi estaba deprimido, se le notaba a leguas. Namjoon lo sabía a fuerza de llevar tantos años conociéndolo.

—¿Qué te parece si mejor así...? —Namjoon volvió a cantar el rap, pero esta vez una octava más abajo.

Cuando se juntaban él y Yoongi a improvisar, siempre se divertían. Uno cantaba algo, el otro complementaba; lo unían, limaban las asperezas y terminaban poniéndose un poco más serios, satisfechos, incluso un poco emocionales. Improvisar y componer con Yoongi siempre había sido estimulante.

Pero, por lo visto, eso no iba a pasar hoy: Namjoon se detuvo a mitad del rap, cuando se dio cuenta que Yoongi no le estaba prestando la más mínima atención. El mayor, incluso, tenía la cabeza recargada sobre sus brazos (éstos sobre el escritorio), y parecía que no tenía de dónde sacar glucosa para sintetizar energía. Había algo en la posición que hizo a Namjoon preguntarle si estaba "triste" en lugar de "cansado".

—He trabajado mucho —dijo el mayor, saliéndose por la tangente de forma obstinada.

—Has hecho un buen trabajo hasta ahora —dijo Namjoon, sonriéndole.

Después hubo un silencio.
Namjoon estaba acostumbrado a los silencios con Yoongi, así que no le parecían incómodos, en lo más mínimo. Al final, Suga levantó la cabeza, se desperezó y se puso a procesar la muestra vocal que Namjoon había grabado antes, usando teclado y ratón con el espíritu en el suelo.

Namjoon inclinó la cabeza, peleándose con el instinto paternal que le pedía a gritos el llegar al fondo del problema (cualquiera que fuera) de su amigo. La única solución que se le ocurrió fue distraerse.

Había muchas cosas en el estudio de Yoongi, "Genius Lab" (a veces, Namjoon le decía que el nombre era una ironía, y Suga solamente le dirigía una mirada que amenazaba con matarlo).

Las intimidaciones de Yoongi, claro, eran especiales. Si Namjoon tuviera que hacer una analogía, diría sin pena ni gloria que Min Yoongi miraba como un gato. Unos ojos bonitos, un ser pequeño y adorable que, no obstante, podía estar imaginando cien formas diferentes de asesinarte. El problema de los gatos -y de Yoongi- era el ser tan pequeños y tan bellos. Si fueran un poco más grandes, y feos, la humanidad les temería, tal como ellos querían.

Namjoon comenzó a pasar los dedos distraídamente sobre las cosas de Yoongi, y éste lo notó hasta que escuchó las teclas del sintetizador.

—No toques nada, lo vas a romper —le advirtió Suga, de inmediato. Lo había dicho en automático, ni siquiera había necesitado mirarlo.

Namjoon asintió, con un ruidito gutural.

—¿No quieres que mejor grabemos la otra versión que te dije?

—¿Eh...?

Namjoon supo que no habría modo de bajarlo a la Tierra, así que se resignó.

Iba a dejar que Yoongi continuara editando con la primer muestra, y después, sugeriría la segunda, si acaso el proceso de producción musical tenía éxito en alegrar a Suga (normalmente lo hacía sin falla). Simplemente iba a esperar, y después podría salir corriendo a cenar. Llevaba dentro del estudio desde mediodía, y ya el sol se había metido. Suga había estado como ausente y aquello le provocó a Namjoon tres cosas: se aburrió, se cansó y le dio hambre.

Afortunadamente, Jin le había prometido preparar la cena -porque sabía mucho mejor que la comida comprada-, y en lo único que estaba pensando ahora era en comer... Y tal vez, en los agujeros negros. Porque pensaba que el tiempo iba más lento de lo normal, pero aquello sólo podía ocurrir cerca de los agujeros negros. Después pensó que si para alguien no pasaba el tiempo era para Yoongi, precisamente, porque siempre lucía igual de joven. Y después se puso a pensar en aquellas medusas inmortales... ¿Cómo era que se llamaban? Esas que rebobinaban sus células en cuanto envejecían, una y otra y otra vez, volviéndose potencialmente inmortales... ¿"Turriptosis" qué...?

"Genius Lab"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora