10 de agosto de 2011
La luz se enciende y una mujer aparece en el despacho, lleva un vestido corto de color rojo pasión que muestra su piel blanca y sus curvas definidas, accesorios de perlas que le dan un toque de glamour y sofisticación, y su hermoso pelo rubio recogido en un moño alto, haciéndola ver aún más elegante.
Se dirige a las repisas que están al lado del escritorio, coge una copa y busca entre las botellas. Se sirve un poco de champán rosado de Argyle y se sienta en un gran sillón. Ella sabía lo que estaba pasando, pero no se daría por vencida. Cuando quiere algo lo consigue bajo cualquier costo y esta vez no iba a ser la excepción.
Se escucha un ruido mientras la puerta ubicada frente a ella se abre y un impresionante hombre aparece y fija su mirada en ella. Este se pasa las manos húmedas por sus rizos rebeldes, se alisa el traje y arregla el nudo de su corbata. Detrás de él sale una mujer, lleva un lindo vestido de encaje blanco con perlas del mismo color, y su fino y rubio cabello le cae hasta la cintura. En sus grandes ojos azules se reflejan tristeza y arrepentimiento, y apartándose de su lado se dirige al escritorio.
―No volverá a pasar, es mejor que me olvides. ―Las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas.
Recoge su bolso y se dirige a la mujer que aún está sentada añadiendo:
―Me iré y quiero estar sola, no me sigas por favor. Él intenta detenerla, pero sus esfuerzos son inútiles.
―No puedes dejarme. ―La agarra del brazo y la abraza con todas sus fuerzas. ―No te lo permitiré.
― ¡No me arruines más la vida! ―Le grita―. ¡Quiero estar con él y no contigo! ―Se separa de él y sale corriendo del despacho.
El impresionante hombre de ojos verdes se mueve desesperado por todo el lugar, al llegar a la repisa coge un vaso, lo llena de whisky y se lo bebe de un trago.
― ¡Maldito! ¡Mil veces maldito! ¡Lo lamentarás! Juro que lo lamentarás. Haré tu vida miserable. ¡Haré de tu vida un infierno! ―Gritaba desesperado.
De la nada, este perdió el control y tiró todo lo que encontró en su camino, con la furia en su mirada.
― ¡Destrozaré tu vida, así como tú destrozaste la mía!
Se pega en la única botella de whisky que quedó intacta y cae al suelo de rodillas. La mujer deja la copa en la mesa y se dirige hacia él.
―Mi amor, ¿estás bien? ―Dice temerosa agachándose.
Le quita la botella de las manos y lo coloca de pie.
― ¡Lo mataré! ―La toma por el cuello y ella agarra sus manos de inmediato.
―Tranquilízate, por favor ―dice, asustada casi sin respiración. ―Tú no eres un asesino.
―Pasaré por encima de quien sea; ese maldito debe pagar todo lo que me ha hecho.
Este la suelta de inmediato, justo cuando ella estaba a punto de quedarse sin aire. Minutos después añade:
―Necesito tu ayuda y si valgo tanto para ti, demuéstramelo.
Asiente con la cabeza y se toca el cuello.
―Lo que quieras, lo que tú quieras, por ti soy capaz de todo ―dice, mientras respira con dificultad.
No podía ponerse con juegos ahora y menos con él en ese estado.
―Tú sabes lo que significas para mí.
― ¡Voy a destruirlo! ―Golpea su escritorio y tira todo lo que hay encima. ―Lo quiero sin nada, lo quiero acabado. ¡Acabado!
Cuando ella puede respirar mejor, se agacha y recoge la botella del piso.
―Solo dime que hacer y dalo por hecho.
Le sirve un trago y besa su mejilla.
―Espero que nunca me traiciones, si te burlas de mí, te lo haré pagar. ―La toma de la cintura y la acerca a él. ―Quien me traiciona lo paga con sangre.
―Jamás te traicionaría, sabes que te pertenezco. ―Ella pasa las manos por su cuello. ―No me importa nada, estaría contigo a cualquier costo.
―Te lo sabré recompensar muy bien. ―La pega más a él y sus bocas se unen.
Él deja su trago a un lado y la sienta sobre la mesa mientras ella le suelta la corbata, le quita el saco y le desabotona la camisa a toda prisa. Unos impresionantes bíceps se asoman mientras él la coge por el cuello, suelta su vestido que cae de inmediato a su cintura y la levanta de la mesa. Con urgencia pasa las manos por su cuerpo desnudo mientras la mira con descaro y se acerca más a ella pegándose a su boca.
Ella lleva sus manos hasta el pantalón, lo desabrocha y las mete dentro mientras él suelta un gemido de placer y ella sonríe con malicia; sabe lo que le gusta.
Sus ojos verdes brillan de placer, su descaro es lo que siempre le ha gustado de ella. La levanta y ella envuelve las piernas en su cintura, se besan con desesperación moviéndose por el despacho, perdiéndose detrás de la puerta, donde minutos antes salió con la otra mujer, dispuesto a olvidar el mal rato y tener una noche fantástica.