CAPÍTULO 17

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El frío invade mi cuerpo y comienzo a moverme en la cama, abro los ojos buscando una manta y me doy cuenta de que me encuentro otra vez sola en la habitación, miro mi teléfono y son las tres de la madrugada.

¿Dónde estará a esta hora?

Me levanto a buscarlo y recorro la casa muerta de frío. Llego a su estudio, pero no hay nadie, voy a la cocina y tomo un poco de agua, la necesito, Damián me deja sedienta. Camino un poco más hasta que llego al gimnasio y lo veo en una de las máquinas.

¿Qué persona cuerda, hace ejercicio a las tres de la mañana? Por lo visto solo él, pero no creo que de cuerdo tenga algo.

Está al teléfono. 

¿Con quién hablará a esta hora?

Camino lo más despacio posible para que no se dé cuenta de que estoy observándolo, pero no estoy lo suficientemente cerca como para escuchar. Minutos después, cuelga y coloca su cabeza hacia abajo moviéndose más rápido en la bicicleta. Lleva unos shorts cortos y su torso completamente desnudo. No puedo dejar de mirarlo.

―Deberías estar durmiendo ―dice sin levantar la cabeza y pego un brinco sorprendida.

―Tú también ―respondo acercándome a él.

―No tengo sueño ―dice algo cortante, levanta la cabeza y detiene la máquina. ―Ve a descansar.

Su mirada refleja cansancio y tristeza.

¿Qué habrá pasado?

Cuando se durmió estaba feliz y después de todo lo que hicimos aún más. Ahora, no puede estar así.

―Que vayas a dormir ―repite pasando por mi lado y montándose en la caminadora.

Ni siquiera me toca, ni siquiera me mira.

― ¿Qué pasa? ―Le pregunto desconcertada.

Me acerco a él y cuando se da cuenta alza la mirada.

― ¡Te dije que no tengo sueño! ―Dice más que molesto y añade: ―Mañana regresaremos a primera hora, así que vete a dormir.

―Pero...

―No me jodas mujer, solo vete a dormir ¡Ahora! ―Grita y me quedo paralizada. ―Y deja esa absurda manía de preguntarlo todo.

Su tono me congela el alma, como puede ser tan frío después de que lo hemos pasado tan bien juntos. Respiro y trato de contener mi rabia y las ganas de mandarlo de paseo a la Conchinchina por sangrón y mala clase, pero como ya le he dejado pasar muchas recojo mi dignidad y le digo:

―Vete a la mierda Damián. ―Doy media vuelta y salgo del gimnasio.

Ya lo sabía, ya lo veía venir.

Esto es tan típico de los hombres, como dice mi tía Bea "Nicolás, Nicolás, ya comiste, ya te vas". Las lágrimas pican en mis ojos, pero me resisto a hacerlo, no voy a llorar, no quiero darle el gusto, ese idiota no se merece nada de mí y si pudiera irme ya mismo me iría. Llego a la habitación y me meto en el cuarto de baño, me echo agua en la cara y me miro al espejo.

―Sí, esto es lo que es Elizabeth ―le digo a mi reflejo molesta. ―Solo un acostón, así que no te ilusiones, no tienes ningún derecho a hacerlo.

Salgo del baño y me tiro en la cama envolviéndome de pies a cabeza, estoy cansada y necesito dormir, entre más rápido lo haga más rápido amanecerá. Siento que entran en la habitación y casi me quedo sin respiración, Damián se acuesta a mi lado y me quedo quieta cuando coloca sus manos en las sábanas y las baja hasta mi cintura, acerca su cara a mí y posa suaves y seguidos besos en mi cuello. Cierro los ojos con fuerza reprimiendo un gemido.

NO FUE SOLO UN BESO. [COMPLETO] Libro 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora