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La habitación no estaba del todo a oscuras pero Jimin no podía ver nada. En el ambiente fresco empezaba a filtrarse un olor más fuerte, como el cuero, que lo llamaba a seguir el rastro olfateando a ciegas igual que un sabueso. También percibía su sudor, el propio y el de él, y éste último se le hizo más agradable a la nariz y menos conocido. El pulso reverberaba contra la fina piel de sus muñecas y empezó a estar incómodo en el asiento después de un rato sin cambiar de postura. Se removió un poco en el sitio sabiéndose incapaz de alterar su posición, y cuando lo hizo una voz grave cortó el tiempo por la mitad.

—Quieto.

Dejó de moverse al instante y se le hizo un nudo en la garganta. La voz había sonado más cerca de lo que creía, y aquel pensamiento trajo consigo una serie de imágenes que le causaron gran placer. Se deleitó en ellas mientras esperaba, saboreando cada una y recreándose en las repeticiones eternas que nadie le podía arrebatar, nadie excepto Taehyung.

Solo tuvo una milésima de segundo para prepararse cuando de repente notó una respiración en su nuca, el aliento cálido empañando su piel como único aviso antes de que las manos se hicieran con él.

No le apretaron el cuello lo suficiente como para que dejara de respirar, pero Jimin dejó de respirar de todos modos. Se sintió incapaz de prestar atención a dos cosas al mismo tiempo y el tacto de esa piel contra la suya se estaba llevando todo el protagonismo.

—¿En qué estás pensando? —le susurró la voz al oído.

Jimin pensaba en lo vulnerable que se sentía con aquellos dedos largos apoderándose de su delicado cuello y en lo que confiaba en él como para sentirse seguro poniéndose a su total disposición, pero sobre todo pensaba en todas aquellas imágenes que revoloteaban en su cabeza y le tentaban como flashes, haciendo crecer la expectación un poco más.

—En nada bueno —respondió con voz ronca.

Oyó una risa pequeña y profunda vibrando bajo su oreja y pensó que se moría. Estaba tan cerca que casi sentía sus labios pegados a su cuerpo, no podía haber más de unos milímetros entre ellos. Entonces una de las manos abandonó su garganta y cayó al cuello de su camisa, colándose por el hueco entre la tela y su pecho sin perder el rumbo, presionando las yemas entre sus pectorales y bajando, bajando, bajando, hasta que a Jimin se le pusieron los pelos de punta.

—Me alegro de que estemos en sintonía.

Terminó la frase con una pequeña lametada en el borde afilado de su mandíbula, haciéndole estremecer, y enterró la nariz allí donde el perfume era más intenso antes de inhalar largamente. Su mano, de la que Jimin estaba casi tan pendiente como de su rostro, se había detenido un momento pero continuó su ruta trazada por la línea alba, más allá de su ombligo. La camisa empezó a ser un estorbo cuando Taehyung alargó el brazo un poco más para alcanzar el borde de sus pantalones, pero eso no pareció frustrar sus planes. De hecho el vampiro lo tenía todo, absolutamente todo, controlado, y tan solo ese pensamiento le hizo a Jimin temblar.

—Sabes —comenzó contra su oreja, aún en susurros aterciopelados—, han sido tres meses muy largos. La espera ha sido eterna.

—Para ser un viejo vampiro tienes muy poca paciencia —dijo con sorna.

—Oh —ronroneó Taehyung—, qué ganas tengo de mantener esa boquita ocupada.

A Jimin se le escapó un gemido ahogado y apretó un poco los puños, interesado y tenso. Fueron señales demasiado obvias para alguien que no tenía los ojos tapados con una corbata y hubo una reacción inmediata: la mano que toqueteaba la frontera de sus vaqueros se retiró y deshizo el camino a través de su torso, reapareciendo por el escote de la camisa solo para volver a bajar, esta vez sin la prisión de la tela. Sin ningún miramiento Taehyung se inclinó contra su hombro y alargó la mano hasta agarrarle bruscamente de la entrepierna, tocando la tela áspera e intuyendo algo más. Jimin se mordió el labio con fuerza.

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2019 ⏰

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Oro y alquitrán [VMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora