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Un príncipe de plata estaba a punto de perder el control mientras un ángel dorado se restregaba contra él. Ambos conservaban casi toda la ropa de puro milagro, porque aquella habitación empezaba a parecer el infierno. Jimin se había deshecho de su chaqueta y Taehyung le había quitado con delicadeza el collar del cascabel: le estorbaba en su ruta incansable por la piel que se extendía de la base del maxilar inferior hasta la cima del hombro, o hasta el punto al que podía acceder tironeando del cuello de la camiseta, sin ceder ni un centímetro.

Jimin había conseguido quitarle el chaleco y desabrocharle un botón de la camisa, pero cada vez que Taehyung se deslizaba entre sus piernas perdía el sentido de la orientación y sus manos quedaban en pausa, hincándose en algodón y carne allá donde estuviesen. No acostumbraba a suplicar, pero llevaba un rato siendo torturado y había pasado los últimos minutos preparándose para armarse de valor y pedir que por favor, por favor, se hiciese cargo del desastre que le estaba causando dentro de los pantalones.

Iba a abrir la boca, aprovechando que la lengua de Taehyung estaba en otra parte en aquel momento, cuando la puerta se abrió de golpe. El ángel se detuvo de inmediato y Jimin esperó que se apartase de él, haciéndose cargo de quien fuera que los estaba interrumpiendo, pero no lo hizo. Su expresión era desdén puro cuando apartó el rostro de su cuello y, sin separarse un centímetro de su cuerpo, giró la cabeza para mirar a los recién llegados.

Antes de que pudiera decir nada Jimin se asomó por encima de su hombro y abrió los ojos con sorpresa.

—Jiminnie —dijo Hoseok, con alivio. Estaba en el umbral, sin atreverse a cruzar, de la mano de Yoongi y alternando la mirada entre su amigo y Taehyung—. ¿Estás bien?

El cuerpo de Taehyung se relajó un poco sobre el suyo al saber que los intrusos eran sus amigos, y antes de que Jimin acertase a responder dijo con una sonrisa:

—Ah, Jimin, no sabía que tus amigos iban a venir. ¿Queréis uniros?

Sus caras fueron un poema, ninguno de los tres del todo conscientes si Taehyung bromeaba o si su propuesta iba en serio. La mueca burlona era ambigua y atractiva, pero sobre todo ambigua.

Fuera lo que fuera, Jimin no tenía ganas de compartir. No esa noche. No a ese ángel.

—Hyungs, está todo bien —fue incapaz de hablar sin sonrojarse, teniendo en cuenta que todavía tenía un cuerpo a horcajadas sobre el suyo—. Os veré más tarde.

—Es que...

—En serio, podéis iros. Hablamos luego. Por favor —añadió.

Hoseok quiso añadir algo, pero Yoongi inclinó la cabeza levemente mirando a Taehyung, le dirigió una última mirada indescifrable a Jimin y después se llevó a su novio de la sala, cerrando la puerta tras de sí. En la habitación reinó el silencio durante un momento.

—No sé qué ha pasado —reconoció Jimin—. Como nos hayan interrumpido a posta voy a matarlos.

—Shhh —lo calmó el otro, apoyando la yema del índice sobre sus labios rojos e hinchados de tanto besarse—. Querían comprobar que estabas bien. No pasa nada. Podemos seguir.

—Sí —gruñó—. Por favor.

Quizá desde ese instante fueron conscientes de que la noche no era infinita y de que podían volver a interrumpirlos en cualquier momento, o quizá ambos habían esperado ya lo suficiente y necesitaban más, pero el beso de reencuentro fue mucho más apresurado que los anteriores y Jimin se deshizo como azúcar en la boca de Taehyung.

Su cuerpo volvió a ponerse en movimiento, repitiendo el ritmo sinuoso de antes, y Jimin pudo sentirlo en las palmas de sus manos aferrándose a las caderas del ángel, y pudo sentirlo en su estómago, y en su pecho, y entre sus piernas. Cada embestida en falso era un poco más profunda que la anterior, cada vez sus pantalones estaban más tirantes, y cada vez el calor que amenazaba con ahogarlo era más potente. Ahogó una serie de suspiros entre beso y beso, entregándose a la voluntad del ángel y deseando al tiempo que la tortura llegase a su fin.

Oro y alquitrán [VMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora