Ella había vuelto, ahora más furiosa que antes. Con una sed inmensa de arruinar todo lo que se atravesara.Su estómago rugía de tanta desesperación por que ninguna lágrima inundaba mis pestañas. La ansiedad volvía insaciable provocando pequeños lapsos de desvelo en la madrugada cuando todo oscurecía, cuando todas esas pequeñas arpías se asomaban entre la oscuridad de las paredes para solamente dejar resaltados esos pequeños dolores de cabeza color carmesí que tenían por ojos.
No quería volver a caer como hace tres años, ahora parecía marchar todo bien...
Eres muy joven para pensar en la muerte
Pero nunca se sabe.
Escuchaba su voz a la par de mis palabras, como si fuera la sombra de mis pensamientos, ya no podía confiar en mi propia mente, quien ahora en vez de tenderme la mano me llenaba de inseguridades y odio irracional -o al menos eso pienso-
¿Ahora con qué iba a ahogar mis susurros nocturnos llenos de dolor?
Sentía la necesidad de explotar.
Estaba conmigo siempre, me hizo razonar y aunque no me gustaría vivir en un mundo de ignorancia sabía que alimentaba mi ansiedad.
No me dejaría caer en sus brazos esta vez.
Ya provocaste tanto daño
¿Y de dónde había salido?
Creo que empezó con ese dibujo de hace casi cuatro años.
Mi vista se nublaba junto a ella; ahora yo era la que estaba encerrada, seguía sus órdenes con remordimiento, sentía haber pecado de sólo tocar las puntas de esos cuchillos.
Nunca te arrepientas de nada
¿Qué habría sido de mi sí hubiera seguido todas tus malditas órdenes?
Ahora mismo no estaría escribiendo esto.