La extrañas, la extrañas, tu llanto interminable se escucha en tus adentros...
No está permitido llorar por ninguna persona, es una regla. Nadie te puede llevar al limite de romperte para demostrar qué tan frágil eres, al menos no conmigo.
Oh pobre hiyoko, te la pasas huyendo en tu mundo de sombras y perdiéndote en pesadillas que provocan esa oscuridad en tus ojos...
No estaba aquí para provocar lástima después de todo.
Tengo emociones reprimidas y olvido de un momento a otro cada paso que acabo de dar.
Sí me pierdo demasiado en mis fantasías puedo olvidar mi nombre y rostro.
Algunas sombras esperan en el espejo a ser liberadas, esperan que mi ira comprimida explote e invoque a mi sombra.
Tal vez tienen tanto miedo como yo.
Siguen escondidas en las profundidades de mi reflejo -el que está a un paso de ya no ser mío- esperando a que les de la espalda.
Una vez logré escuchar trompetas celestiales, a la edad de nueve o diez años; temí, por un momento pensé que eran las trompetas del apocalipsis y que los cuatro jinetes llegarían a cortar cabezas.
Lloré.
Tenía miedo de que acabase tan pronto. Pero mamá me tranquilizó.
Ella dice que tengo un don, como varias personas que están por ahí regadas en el mundo, aunque ella no sabe lo que es ver cuando la muerte se acerca.
