dos.

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Era un día de primavera cuando Eric inició a cuestionar su existencia y su efecto en los demás. De filosofía él no era, pero había una apetencia dentro suyo que su lógica y corazón no descifraban y así en la filosofía respuestas buscaba.

Su mente era amplia. Esta rebalsaba con colores y manifestaciones de sus más dulces de sentimientos. Seguida de profundos lugares esotéricos que guardaban los secretos que su mente ignoraba. Estos como una gran pila que había aislado en un rincón umbrío donde él sabía que jamás se atrevería de ir. Ya fuese por terror o por sensibilidad, él no llegaría ni cerca a considerar entrar.

Así que sus pisadas contienen nada más que un pesor atado a su cuerpo. Cada día la pila de desechos se vuelve más sofocante. Su cuerpo no es libre de deambular al querer, pero se transita como si alguien lo obligaba a andar por un camino marcado.

Batea sus ojos, para observar a los chicos enfrente suyo. Temprano ese día, cuando el sol aún no ardía por las telas de su ventana, había preguntado a ellos si le podrían recoger de sus clases. Horas más tarde, ahí paraba su carro, ahí se encontraban ambos con sus manos entrelazadas tan frágilmente que temía de que si decía algo sobre tal accion intima, la rompería por completo. Así que, con la lengua ardiente, entra y solo murmura un —gracias— mirandolos a los ojos. Nunca viendo hacia sus manos. Nunca preguntando sobre ellas. Y Eric se siente mal, por fingir ser ignorante a tal acción pero realmente no sabe lidiar con nada.

La afección publica gritaba ajeno en sus ojos. La escena de hace unas horas le dejo preguntas en su boca, y en la del estómago otro sentimiento inexplorado. Sus manos tiemblan levemente con miedo a lo que no conocía. Y, como si de revelación se tratase, dedujo que la culpa era de ambos. Siente otro pesor ser añadido a su pecho.

A Eric le daba terror iniciar afección publica con Juyeon. Era un territorio fuera de sus propios límites. Juyeon, en sí, parecía apreciar solo mostrar algún cariño detras de paredes. Debajo de mesas. Donde los ojos no ven. Y cada vez que deseaba mostrarle al mundo que Juyeon era completamente suyo, tenía que recordar como su "relación" era todo menos una. Iluso, eso es lo que es.

Aún así, sabe que también no podía culparlo todo a las Ideologías del castaño. Anteriormente, estar en el momento es lo unicó que Eric y Juyeon querían. Era algo mutual. No queríam juegos, ni expectativas y absolutamente no problemas. Ya ambos habían pasado entre varias rupturas, ya fuese por engaños o miedo a el compromiso entero. Y, en sí, Eric jamás encontró falla en esa rutina. O eso creía.

Él, quien era como el humo que deja una llama, quería quedarse. Y Eric, quien es como la llama, quiere nunca irse. Él quien dispara sin pensar es como una bala fría, y Eric que es el disparate, y la razón por la que la bala fue disparada. Eric, quién quería amor, y él, quien quería platonismo. Ambos querían estar en los brazos de alguien, uno con ese alguien específico y el otro con esa persona por costumbre. Ambos explotaban, pero uno iniciaba y el otro lo terminaba. Ambos se quedaban, pero uno por miedo y él otro por el momento.

Era tan pequeña la diferencia que Eric tomó tanto en encontrarla. Algo tan invisible para el ojo; oculto. Y se cuestionaba si el mayor había encontrado esta al igual. Y esta vez, él espera que el otro lo sepa. Que lo sepa y tenga un sentimiento, aunque sea mínimo, de cariño hacia él para mantener esta farsa. Esa noche, rodeando a las nueve, el se asentó a su visita diaria. No tenía el corazón, alma o valor de verlo frente a frente. Y odiaba admitirlo, estaba asustado de Juyeon.

Evadiendo la confrontación, yacía él, con su celular en silencio para ahogar los mensajes de preocupación del mayor. Las llamadas fueron cortadas y lo único que pudo hacer fue enviarle un "estoy ocupado" para luego volver a dejar su celular.

¿Pero por qué le dolía más esto que la verdad?

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2019 ⏰

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if i drown ; juricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora