[Extra] Paseo por el Inframundo

193 11 0
                                    

El Inframundo.

Hogar de los muertos. Infierno de la mitología griega. Cuya entrada es custodiada por Cerbero, el monstruoso perro de tres cabezas. Hogar de las hermanas del destino, las tres brujas que se encargan de dar y quitar vida a los mortales a través de un hilo. Las Moiras.

Era un día como todos en el Inframundo. El mismo cielo oscuro, el ambiente lúgubre, el aire siniestro que transporta las almas hacia su lugar de descanso... Nada parecía estar fuera de lugar, excepto Cloto. Se encontraba en su habitación recostada en su cama mirando atentamente el techo, como esperando a que algo cambiase en él.

Sus hermanas salieron a comprar provisiones para el invierno, mientras supuestamente ella debía encargarse de hilar la vida de unos cuantos mortales.

En inviernos pasados había hecho su labor sin rodeos, sin cuestionar nada... pero esta vez fue diferente. Se preguntaba: "¿Para que hilar vidas que luego Átropos cortará?".

Hubiese seguido dándole vueltas a esta pregunta (al parecer sin respuesta), de no haber sido por una idea que llegó a su mente como un huracán: pasear a Cerbero, el perro guardián del Inframundo. No lo pensó dos veces y se puso de pie, corrió a por un abrigo y se dirigió hacia la entrada de su mundo.

Cerbero se encontraba como una estatua, mirando fijamente hacia el horizonte. Cloto le habló varias veces, pero en ninguna de ellas le dirigió la mirada. Ni siquiera pareció notar su presencia.

-¡Cerbero! –gritaba-. ¿Vamos a dar un paseo? Sé que quieres hacerlo. Por favor, sé que estás escuchándome.

Al ver que Cerbero seguía ignorándola gritó con fuerzas:

-¡Perro sarnoso! ¡Vete al inf...!

Casi dice "infierno", pero recuerda que ya se encuentra allí. Se da la vuelta, dispuesta a irse, pero un gruñido estruendoso llama su atención. Era Cerbero.

Estaba con los ojos inyectados en sangre, botando espuma por sus hocicos. Al parecer Cloto lo ofendió al llamarlo "perro sarnoso". Ahora estaba completamente arrepentida de no haberle hecho caso a sus hermanas.

Cerbero giró sus cabezas hacia Cloto, que se encontraba a 3 metros de él. Estaba aterrorizada, nunca antes lo había visto tan enojado.

-Lo siento, lo siento... -murmuraba, pero sabía que una disculpa no ayudaría para nada.

El perro comenzó a avanzar lentamente hacia ella, mirándola fijamente.

-¿Qué has dicho, Moira? –dijo veltesta, su cabeza izquierda, en un gruñido.

-¿Así que yo, protector del Inframundo, soy un "perro sarnoso" para ti? –continuó drittesta, su cabeza derecha.

-No puedo matarte, maldita Moira. Pero si puedo torturarte todo lo que quiera. Te arrepentirás de haberme insultado –concluyó la tercera cabeza.

Mientras hablaba avanzaba. Y, aunque Cloto había retrocedido un par de metros, Cerbero estaba cada vez más cerca de ella.

Podía sentir el cálido aliento putrefacto en su rostro. Las tres cabezas la miraban penetrantemente. Nunca había visto a Cerbero tan de cerca, pero ahora que lo estaba notó que mostraba afilados colmillos y que las serpientes de su cola hacían lo mismo. Sus ojos irradiaban la furia que sentía y sus tres pares de orejas estaban hacia atrás.

Cloto recordaba que la miel y la música eran los puntos débiles del can, pero en ese momento no podía calmarlo con ninguna de las dos. Cerbero se encontraba a un paso de ella, listo para atacar con una de sus garras. Estaba perdida.

Hasta que llegaron sus hermanas, arrastrando un pequeño carro con las compras.

-¡Cloto! ¡qué demonios está pasando aquí! –exclamó Átropos, horrorizada

-Yo... yo...

Cerbero se giró hacia las recién llegadas, furioso. Una de las cabezas habló, mientras las demás vigilaban a Cloto.

-Aléjense, Moiras. Debo castigar a esta maldita bruja que pronunció la peor de las ofensas. Si intervienen, serán las siguientes.

-¿Las siguientes, dices? –rio Láquesis, mientras sacaba una pequeña armónica de su túnica.

Comenzó a tocar una canción alegre con tonos dulces y melodiosos. Cloto se sintió aliviada, y Cerbero comenzaba a esconder sus colmillos poco a poco. En instantes pareció mostrar resistencia, pero se dejó llevar por la melodía de la armónica de Láquesis, hasta que finalmente se calmó.

-Cloto –dijo Átropos-, discúlpate en este instante.

Tenía los ojos llenos de lágrimas, y mientras se disculpaba comenzó a llorar desconsoladamente.

-No quiero que vuelva a repetirse –dijeron las tres cabezas de Cerbero a la vez, mientras se dirigía a su posición donde hacía guardia.

Pasado un rato Cloto logró calmarse, pero ahora debía enfrentarse a sus hermanas. Estaban furiosas.

-¿¡En que rayos estabas pensando!?

-¡Pudiste haber muerto!

-¿Y los hilos que debías tejer?

-¡Eres una irresponsable!

Cloto ya no las escuchaba. Estaba sumida en sus pensamientos, intentando averiguar por qué había decidido intentar sacar a pasear al perro guardián del Inframundo. Por qué había abandonado su trabajo. Nada tenía sentido.

-Lo siento- dijo débilmente, mientras las abrazó a la fuerza. –No volverá a ocurrir. Lo prometo.

-¡Cloto! ¡hemos llegado! ¡trajimos muchas cosas deliciosas para el invierno!

Cloto se despertó de golpe. ¿Todo había sido un sueño? "Gracias a Zeus", pensó.

Se levantó rápidamente y se dirigió a la habitación donde debió haber tejido muchos hilos de vida. Por suerte sus hermanas aun no habían notado que estaba dormida, por lo que aprovechó de ponerse su túnica y comenzar a hilar la vida de dos mortales a la vez, una chica y un chico. Se llamaban Sara y Diego.

"Esta historia será especial", pensó. Pero no porque haya comenzado a hilarlos con prisa significaba que lo llegara a ser. ¿O sí?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 21, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El secreto de Zeus [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora