MAL TIEMPO

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Vortigern bajó las escaleras hacia la planta baja con la velocidad del relámpago para unirse a su madre que se encontraba en la parte techada del amplio patio a un lado de la casa. Estaba cayendo una tormenta de nieve endemoniada y la vista no alcanzaba ni los diez metros. Aún así podía percibirse peligro en el horizonte.

— ¿En dónde está mi padre? — preguntó Vortigern plantándose al lado de su madre, una vampira rubia de metro sesenta y mirada inteligente

— Aún no ha vuelto

Suspiros. Vortigern ni siquiera preguntó por Donov, su hermano menor. Sabía muy bien que estaría por allí a sus aires, en alguna fiesta glamorosa trabajando de DJ o en algún estudio de grabación terminando su último disco; sinceramente le hubiese gustado tener su ayuda en estos momentos, puesto que la cualidad más sobresaliente de su hermano era una fuerza increíble, casi descomunal para ser un vampiro tan joven.

Bien aprovechada, podría ser un arma terrible en contra de los enemigos, pero no podía cambiar a su hermano que gustaba de los humanos, así que por ahora ni contar con él.

Vortigern desvió entonces unos instantes su atención para concentrarla en sus familiares adentro: Zenobia, su hermana mayor hibernaba en el sótano, Uther, el más pequeño de la familia, dormía en la planta alta... sus poderes apenas se estaban revelando y su reloj biológico era un caos.

Había un miembro más en la misma planta donde dormía Uther: Ayhan, el hijo de cinco años de Vortigern, quién dormía tranquilo en la cama de la alcoba principal. Ninguno de ellos era consciente todavía del peligro que corrían. Vortigern y su madre eran, su única protección en contra del intruso que se había atrevido a traspasar sus dominios.

Pero no era cualquier intruso. Éste era más poderoso que la mayoría de las sabandijas debiluchas con las que le había tocado luchar y ni siquiera se molestaba en ocultar su presencia, si no que la exhibía sin preocuparse siquiera de ser detectado. Una de dos: o era de verdad estúpido o era un forastero recién llegado que no sabía quiénes vivían aquí.

Bueno, pues pronto lo sabría, Vortigern se encargaría personalmente de "hacerle respetar a sus mayores". El vampiro hizo algunos cálculos mentales y supuso que podría con el intruso por su cuenta mientras su madre se quedaba en casa a proteger a sus hermanos y a su hijo, así que se lo hizo saber a ella sin palabras, en diálogo mental mientras seguían vigilando al advenedizo que seguía acercándose peligrosamente.

- Ve - le dijo ella dentro de su cabeza - Pero ten cuidado, hijo mío...

Esas palabras le eran suficientes, su madre era una vampira muy astuta e inteligente, hasta Marius su padre, uno de los vampiros más veteranos en el mundo, con dos mil años de antigüedad, le pedía consejo en cuestiones delicadas que afectaban a toda la familia. Podía por tanto confiar al cien por ciento en el criterio de su madre.

Con la velocidad del relámpago salió del patio techado, cruzó el terreno y saltó el semi muro de piedra que rodeaba la casa. Le tomó cerca de cinco segundos poder recorrer los casi veinte kilómetros hasta el lago, cerca del cual se hallaba el intruso que por fin se había detenido.

A Vortigern le hirvió la sangre en las venas al ver lo que él muy idiota se había atrevido a hacer en el territorio de su familia: había hecho fuego y se había sentado frente a él junto a un gran muro de piedra, cobijándose de la intensa nevada y los fuertes vientos. Ahora sí que no merecía perdón.

La sonrisa malvada de del vampiro apareció sin él darse cuenta, se tomó su tiempo para aproximarse al campamento y se fijó en lo joven que era el intruso en realidad, un novicio prácticamente porque aún no había detectado su presencia a pesar de lo cerca que se encontraba, pero que se levantó de un salto en cuanto vió a Vortigern y aún así no parecía asustado.

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