Prólogo

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La copa con Black Mattus seguía llena, tan solo la había rellenado hacía media hora, pero simplemente el sabor del vino ya no me resultaba mínimamente apetecible, tenía la copa en la mano mientras escuchaba el ruido de los autos ir y venir por la avenida frente al viejo edificio de 15 pisos donde se ubicaba mi querida y polvienta oficina.

Hacia un poco de frio, aunque el abrigo era más que suficiente por ahora, la vieja calefacción había dejado de funcionar, algo que maldecía en verano, pero al menos el otoño no tardó en llegar y hacerme ver con mejor vista la situación.

El viento soplaba por la contaminada ciudad liberándola hasta cierto punto del smog producido por la alta cantidad de conductores en Bluestone City, tan fuertes eran las corrientes que incluso lograban filtrarse pequeños hilos de viento por los diminutos huecos en las ventanas mal construidas de la oficina que al mismo tiempo no paraban de crujir, dichas pequeñas corrientes lo que hacían era levantar el polvo, haciéndolo revolotear y provocando que en ocasiones estornudara.

Sería un buen momento para llamar a una persona y que se encargase de limpiar un poco éste sitio, pero me negaba a que invadiesen mi pequeña cueva, el lugar donde solía pasar el 70% de mis días, sólo, esperando que algún incauto cruzase mi puerta hacia la sala de espera o en el mejor de los casos (y el más cómodo) que el teléfono de la oficina comenzase a sonar. De cualquier modo, uno siempre se iba a sorprender con la vida que cualquier persona llevase allá afuera, era algo por lo cual esperar continuamente en éste trabajo.

Levante mi brazo izquierdo y descubrí un poco el brazo para darle un vistazo a mi plateado reloj Arclight, un regalo de alguien con quien solía compartir mucho tiempo en el pasado, las manecillas apuntaban las once horas con cincuenta y cuatro minutos de la mañana.

Ciertamente no tenía nada que hacer, nadie a quien ver, ningún lugar a donde ir pero en días como hoy, cuando la soledad tiende a ser más densa e insoportable es necesario un poco de contacto con el mundo exterior, uniéndose a la innumerable cantidad de conductores de la gran ciudad, aparcando el cualquier sitio y caminar sin rumbo hasta tener un poco de hambre, entrar en algún restaurante o algún lugar más hogareño tal vez, ordenar algo de comida, sentarse a mirar por las ventanas a las personas caminando y perderse en el horizonte, personas que tal vez nunca se vuelvan a divisar de nuevo, personas que simplemente se van al subconsciente y ocasionalmente sirven de relleno en los momentos de oscuridad, durante las horas más débiles de cualquier ser humano, más bien me refiero a las horas de dormir, esos momentos en los que cualquiera podría soñar que posee una vida fantástica y sin ningún tipo de preocupación.

Dejé la copa con Black Mattus sobre ese escritorio sutilmente decorado con relieves curvos tallados a mano, coloqué la botella en el cajón inferior derecho del mismo escritorio, hice espacio entre el montón de papeles y la Aquarius 9mm, después de ello cerré con llave el cajón.

Cogí el móvil y las llaves del auto que tenía en el cajón superior derecho. Me encaminé en dirección a la puerta que daba con la pequeña sala de espera, descolgué mi sobrero y busqué las llaves de la oficina en mi abrigo, cerré la puerta del despacho, revisé si no había correspondencia en el contenedor de la puerta, en efecto no había, apagué las luces, di un vistazo al corredor por ambos lados, salvo el silencio absoluto pareciera que nadie concurriera el edificio.

Cerré con las dos diferentes llaves que tenía incorporadas la puerta de la oficina, me coloqué los lentes oscuros y el sombrero, acto seguido salí del edificio tomando camino hacia mi auto.

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