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El clima era aún más extraño a como lo aparentaba cuando aún estaba dentro de la oficina, gigantes nubes grisáceas flotaban sobre el opaco cielo que era débilmente iluminado por una tenue luz solar, muy probablemente llovería por la tarde o la noche.

El trafico era razonablemente justificable debido a la hora, los niños salían de sus aulas de clases y volverían a casa para causar un par de molestias a la niñera y por su parte los oficinistas saldrían por un bocadillo antes de volver a sus cuadradas, anticuadas y frías prisiones.

Subí al auto, encendí el motor y pisando con suavidad el acelerador comencé a avanzar por el gran bulevar Saint Quest en dirección al sur.

Bluestone City, colosal ciudad gozaba de una fama mundial por ser un lugar que en un solo día no podías vivir todo lo que este sitio tenía por ofrecer, ya fuera por los múltiples establecimientos de comida provenientes de todas partes del mundo dándole una multiculturalidad envidiable a esta ciudad, gran cantidad de parques temáticos mayormente concurridos por niños y jóvenes parejas, en el sur las playas con costas limpias, arena clara y aguas celestes como el típico cielo de verano libre de nubes ideal para un bronceado de piel, o bien, la vida nocturna variada en los numerosos centros nocturnos esparcidos por toda la ciudad, en resumen, Bluestone City tenía absolutamente cualquier cosa para enamorar turistas de todo el mundo.

Frene delante de un semáforo iluminando en rojo en la esquina de la Calle Blueberry, volteé la mirada a una motocicleta que frenaba justo a mi lado derecho, un sujeto con pinta de no juntarse con buenas personas la conducía, lentes oscuros de aviador de marca, bajo el casco apenas se veía un poco de cabello, era color negro y lacio, una barba en candado algo crecida pero descuidada, chaqueta de cuero negra sin ninguna ilustración en la parte de atrás que mostrara que al menos fuera parte de una banda de motociclistas, detrás de él una rubia de piel extremadamente blanca y labios color carmín que transmitían lujuria inmesurada lo sujetaba por los fornidos y gruesos brazos, ella bajó la cabeza y asomó sus ojos sobre los lentes oscuros redondos como los míos, me guiñó un ojo para después seguir su camino hacia adelante por el bulevar.

Por mi parte yo giré a la izquierda un par de calles y girar de nuevo a la derecha por la Calle Condotti, parte del peligroso barrio italiano.

No tardé mucho en recuperarme de aquel guiño de la rubia de hace unos cuantos minutos y vaciar mi mente para recuperar mis pensamientos vacíos e indiferentes sobre la vida.

Disminuí la velocidad al acercarme a la zona de costa, miré mi reloj, indicaba las doce horas con cuarenta y dos minutos. Baje un poco mis lentes oscuros y enfoque la vista en búsqueda de un estacionamiento privado que no estuviese a reventar, al final el que elegí estaba justo a un par de calles del parque ecológico de Bluestone City, otro buen lugar para pasar una tarde, hacer un día de campo rodeado de árboles, extensas praderas y unas cuantas ardillas juguetonas.

El estacionamiento era subterráneo, al entrar estaba la cabina con el encargado en turno, no le vi la cara pero se trataba de un sujeto que estaba por encima de su peso normal, cabello corto y ligeramente ondulado, un poco despeinado también, vestía una camisa blanca y en la parte de atrás tenía bordado alguna clase de figura con letras que no alcanzaba a distinguir, el señor miraba el pequeño televisor que aparentemente transmitía una de esas series de fantasía medieval que a muchas personas les gustaba, el señor se encontraba de espaldas al ángulo donde me encontraba yo, pero seguramente me habría visto llegar usando el rabillo del ojo, la ventanilla estaba únicamente abierta al lado donde los conductores salen del estacionamiento, evidentemente estaba ubicado de esa forma para recibir el ticket de los conductores al salir, ingresarlo en la máquina y calcular la cantidad a pagar.

Me detuve delante a la barrera vehicular, baje mi ventanilla y presione el botón del artefacto que imprimía el boleto del estacionamiento, en cuanto éste salió la barrera vehicular subió permitiéndome continuar hasta que encontré un lugar donde aparcar cerca de la salida. Subí la ventanilla de nuevo, tomé la sombrilla que tenía en los asientos traseros del automóvil y lo cerré.

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