Epílogo

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La luz del faro en la calle se colaba por la cortina, y se oía un sonido sordo que en cada segundo parecía aumentar, me remuevo en la cama e intento volver a dormir, en la somnolencia no podía distinguir dónde me encontraba, sólo parecía saber que tenía mucho sueño y que está era mi cama, como una vieja costumbre busqué con mi mano a quien debía estar a mi lado y no encontré nada más que sábanas revueltas, me senté tallándome un ojo, y busqué con mi mirada su silueta en la oscuridad, pero no se encontraba aquí conmigo, bajé de la cama con la intención de ir por ella, aún no podía orientarme en el espacio, caminé descalzo hasta salir a un pasillo, una de las puertas se encontraba entre abierta y una tenue luz podía notarse, me acerqué en silencio y asomé mi cara por el pequeño espacio, todo lo que he vivido en éstos meses regresó junto con la vista que me daba la maravillosa mujer que estaba de pie dándome la espalda, casi susurrando una canción de cuna, meciéndose a ella misma para que volviese a dormir la pequeña que parecía complacida en los brazos de su madre, y quién no lo estaría, solamente junto a ella puedo sentirme tranquilo y reconfortado, sabrá ella que la miro en silencio cada vez que puedo sólo para enamorarme otra vez, para sentir mi corazón palpitando por ella, haciéndome cautivo de su infinita dulzura, mis ojos no dejan de admirarla, lentamente me adentro, lo suficiente como para que mi cuerpo ingrese completamente...

Asuna... - no estoy seguro si realmente dije su nombre o sólo lo pensé, haya sido como haya sido, ella volteó en mi dirección y con una seña me indicó que me acercara, la miré fijamente en sus hermosos ojos color miel, siento que ella desnuda mi alma, su inocencia no ha cambiado con los años, sigue siendo la mujer fuerte, algo testaruda, pero sin lugar a dudas la más bella en todo el mundo, y mi mente inmediatamente me corrige, "en todos los mundos", vaya suerte la mía de tenerla a mi lado y sonrío alegre del panorama que me regala...

Nuestra hija duerme, su cabello es negro como el mío, pero los ojos son los de su madre, al igual que su piel tan blanca como la porcelana, su semblante trasmite paz, una que nos contagia a los dos, ambos mirándola con amor presos de su encanto y pureza, mis brazos las rodean y me meso al ritmo de ellas, apoyando mi rostro en el hombro de mi esposa, siendo vigía de los sueños de mi hija y al tiempo mero espectador, Asuna deposita un dulce beso en mi frente y luego en la de mi niña, camina unos pasos y la deja suavemente sobre la pequeña cuna, dando unas palmaditas en su costado para lograr que duerma tan cómoda como estaba en sus brazos, observamos cómo queda tranquila entre sus mantitas, vuelvo a sonreír, no he dejado de hacerlo desde que desperté, no podría ser de otra manera, ella me trajo de vuelta una vez más, ¿cuántas veces van?, pero acaso ¿eso importa?, no realmente, no sí todo me lleva a estos momentos, Asuna siempre será quien me complete, quien me haga sentir que soy importante...

Salimos de la habitación de Miyui en completo silencio, nos miramos cómplices y sólo soy capaz de atraparla posesivamente contra mí, susurro en su oído un te amo, ella me mira directo, con sus ojos cristalizados por lágrimas que amenazan con salir, sostengo con ambas manos su rostro...

- No llores... - acaricio con mis pulgares sus pómulos

- No lloro de tristeza, es que no creí llegar a ser tan feliz... - ¿puede ser ella más perfecta?, sinceramente no lo creo...

- Gracias

- ¿Gracias?

- Sí, gracias – ante sus ojos curiosos, seguí – gracias por ser tú, por estar aquí conmigo, por Miyui, por ser tan buena madre, esposa, amiga... amante... - lo último lo dije a su oído – amo la manera en que te entregas, en todo el amplio sentido... - pude sentir el escalofrío de su cuerpo, su mirada cambió, podía ver la pasión ardiendo en sus pupilas dilatadas, de un momento a otro se zafó de mis brazos y tomó mi camisa con evidente deseo dando un pequeño tirón...

Terco CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora