¿a que no sabes dónde he vuelto hoy?

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— ¿dónde me llevas esta vez? —murmurado tras la 

vieja bufanda, manos frías agarradas entre sí; 

— a perdernos una vez más.

.

el arroyo del camino le hiela los dedos a ben, heridos y enrojecidos donde el guante no llega a taparlos. tres capas de ropa y un abrigo de piel no son suficientes para que no se le hiele el cuerpo. jack no ha vuelto a cogerle de las manos y ben ya no se siente el corazón y el arroyo corre frío a tres metros. quién me manda a mí, murmura sobre sus manos, intentando darle calor a los dedos entumecidos, envolviéndolos en una nube de aire húmedo, quién me manda a mí a volver aquí.

— vigila, ebenezer —manda jack desde la sombra de la fachada, el ruido de los botes corriendo tras su voz.

— tú a ese ya no lo conoces —espeta y sigue tras su espalda, vigilando la carretera, buscando luces azules.

una noche antes de la primavera, la luna brilla oro sobre ben, labios morados, encogido en sí mismo, mirando las estrellas. jack sigue pintando, ben sigue buscando a altair en lo alto.

.

el último bote cae al suelo y se acerca al niño que canta bajo la bufanda, muy bajito, acostado en la bionda de madera húmeda, un runrún del 2009 bajo el ruido de los coches que van pasando. ojos tristes: me has perdido, lamenta el veterano,

— nos hemos perdido el uno al otro. ¿has acabado? vámonos.

a paso lento, sangre congelada, caminan al lado del riachuelo donde la noche se traga la vereda. el roce de jack no le tiempla y el de ben escarcha. la jauría de perros gruñe y ladra y ben contribuye:

— no vamos a volver a ser como antes, amor, esto solo ahoga —jack ríe. los perros gimotean, dímelo tú.

del almendro sólo quedan las raíces, el corazón tallado quema en el fuego de una casa ajena.

— no has vuelto a mirarme desde que volvimos aquí —comenta jack, palabras susurradas a seis grados.

— y tú no me has vuelto a tocar. aquí no hay culpa, perro.

con la sonrisa pegada en pelo dorado, jack camina entre escalofríos. ben sigue a bajo cero.

una noche antes de la primavera, en un lado de la carretera, cuentan los días que quedan, calladitos, que no se rompa la tregua, con los dedos enganchados entre sí, bajo la luna y los árboles que lloran la nostalgia de los días que fueron.

antes de la primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora