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Sus labios eran de una suavidad aterciopelada, dubitativos y dulces, y me oí gimotear cuando los restos de mi determinación se desmenuzaron. No me quedaban fuerzas para protestar. Los brazos que me sostenían era fuertes y seguros, y el pecho que sentía bajo las manos definitivamente pertenecía a un adulto, y cualquier recuerdo que tuviese de la persona que había sido antes huyó. Quizás mis razones para decir no habían sido buenas, y quizás no lo habían sido. De un modo u otro, ya no podía reunir ninguna convicción para ellas. Allí y ahora era un hombre en todos los sentidos, y me deseaba.

Confiaba en mí.

Le rodeé con los brazos y le devolví el beso, saboreando la sensación de su cuerpo duro contra el mío. Se frotó contra mí y dejé que mis dedos marcaran una estela hacia abajo, tocándole finalmente a través de la fina y tentadora tela de sus pantalones. Sólo el toque más ligero con la punta de los dedos y jadeó, empujando contra mi mano. Sus dedos empezaron a manejar torpemente la parte delantera de mis pantalones y le detuve.

Me miró, sobresaltado, y supe que estaba asustado de que hubiese cambiado de idea. La súplica muda que vi en sus ojos me hizo sonreír.

— Vayamos al dormitorio. —Dije y el alivio en su rostro fue evidente.

Fue primero al final del corto pasillo hasta mi habitación mientras yo le echaba la llave a la puerta principal. No es que tuviera ninguna razón para esperar que la gente entrase sin llamar, pero pareció prudente. También me detuve en el baño para coger el bote de Vaselina. No estaba seguro de que fuéramos a llegar tan lejos, pero desde luego no hacía daño el estar preparado.

Cuando finalmente fui a mi dormitorio, encontré que se había deshecho de la poca ropa que había vestido. Estaba tumbado desnudo en mi cama y la vista desde la puerta de la habitación era increíblemente excitante. Tenía las rodillas dobladas, los pies planos en la cama. No había mucho vello en su pecho, pero su polla erecta descansaba en un gran parche de rizos densos y castaños. El vello marcaba un sendero hacía su perineo, y el trozo que podía ver de lo que había debajo era suave y sin vello. Tenía toda la intención de explorar esa parte de él a conciencia.

Pero no todavía.

Observó con una anticipación nerviosa como me desvestía. Cuando estuve tan desnudo como él, me senté sobre sus caderas, bajando la vista hacia él. El calor de Houston estaba empezando a impregnar mi apartamento, y había una fina capa de sudor sobre su amplio pecho. La mayoría de mis encuentros sexuales eran rápidos e impersonales. La idea de tener una cantidad infinita de tiempo con él era emocionante, y la comprensión de que cada detalle le resultaría nuevo lo hacía incluso mejor.

Deslice los dedos bajando por su pecho hasta su ombligo y oí como se aceleraba su respiración en respuesta. Mis dedos continuaron hacia abajo, siguiendo el ligero y preciado rastro hacia el denso parche de rizos. Trató de arquearse hacia mi mano, pero con mi peso sobre sus caderas no podía moverse mucho. Gimió, la excitación y la frustración luchando por el dominio, y no pude evitar sonreír. Recordé cómo se sentía ser joven y tan impaciente.

Me incliné y pasé la lengua sobre su pezón. Todavía olía al jabón de su ducha, y aun así su piel ya sabía un poco salada. Succione la carne sensible en mi boca y lo hice rodar suavemente entre mis labios, y gimoteó un poco. Me desplacé al otro, moviendo primero la lengua en círculos alrededor, y pellizcándolo ligeramente después con los dientes.

— Oh Dios. —Gimió, arqueándose contra mí. Sus manos se cerraron en puños sobre las sábanas a sus costados.

Me moví hacia arriba de manera que pudiera mirarle a los ojos.

— Puedes decirme que me detenga en cualquier momento. —Le dije.

Sacudió la cabeza.— No lo haré.

un soldado más ; myg + pjm [adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora