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La madre de Jiminnie se había tomado la pasada semana libre del trabajo.

Él pasaba los días con ella mientras yo trabajaba pero una vez que llegaba a casa, me pertenecía. Era viernes por la noche y acabábamos de salir de la piscina, aterrizando en mi cama. Empecé a bajar sobre él pero me detuvo.— Yoongi... —Dijo, dubitativo.— quiero...

Sus palabras se desvanecieron pero estaba en sus ojos. La anticipación nerviosa que yo había estado esperando.— Sé lo que quieres.

Fui lentamente, sosteniéndole y besándolo, usando los dedos para prepararlo, y finalmente, empujando suavemente contra él. Sus ojos se cerraron con fuerza, y me detuve, sin querer herirle.— Jimin. —Dije suavemente.— Mírame. —Lo hizo. Abrió los ojos y miró los míos.— Me detendré si quieres. —Dije pero sacudió la cabeza.

— ¡No!

Mirando dentro de sus ojos verdes, no vi nada excepto confianza férrea.

Tocó algo profundo dentro de mí.— Te quiero. —Dije de repente, sorprendiéndome incluso a mí. ¿Era verdad? No lo sabía. Nunca antes había estado enamorado y no estaba seguro de fuera eso lo que pasaba. Pero sabía que no quería que se marchase. Sabía que el pensamiento de él en alguna jungla al otro lado del mundo era más de lo que podía soportar.

— Yo también te quiero, —Dijo. Y entonces me sujetó por la nuca y tiró de mí hacia abajo, besándome con fuerza. Y mientras lo hacía, empujó contra mí, hacia abajo y me deslicé fácilmente por completo dentro de él. Nos balanceamos juntos, las piernas entrelazadas, nuestras respiraciones mezclándose.

Fue el momento más perfecto de mi vida.

Sólo dos días más.

(*)

El domingo por la noche fue lo más duro. Jiminnie se iría a la mañana siguiente. Su madre le llevaría a la estación de tren. Una parte de mí quería ir con ellos pero sabía que eso sólo lo haría más duro todavía. Su madre estaría allí, llorando y mirándonos. Tendríamos que pretender que no había nada inusual entre nosotros. No quería que nuestros últimos momentos juntos fueran una mentira. En su lugar, él saldría por mi puerta a las siete de la mañana y si todo iba bien, le vería dentro de dieciocho meses.

Si iba mal...

Me negué a pensar en eso.

Hicimos el amor y no hubo duda de que eso es lo que era. Incluso si no lo había sido en las anteriores ocasiones. Fue lento, desesperado y desgarrador, todo al mismo tiempo. Quería decirle de nuevo que le amaba pero no pude.

Sintiéndole entre mis brazos, su piel resbaladiza contra la mía por el calor de Houston, sus gritos irregulares sonando como un eco en mis oídos, me sentía como si mi misma alma estuviera muriendo. No podía soportar dejarle ir.

Cuando terminamos, se agarró a mí como nunca antes lo había hecho y le sentí temblar. Sentí las lágrimas en sus mejillas.— Yoongi. —Susurró.— Estoy tan asustado.

— Lo sé. —Dije, luchando contra mis propias lágrimas. Quería ser fuerte por él.— Está bien estar asustado. —Le dije.— Pero estarás bien.

— Prométeme que vendrás conmigo. —Dijo.— Prométeme que si vuelvo a casa...

— ¡Volverás!

— ...vendrás conmigo a San Francisco.

— Pasemos sólo esto, Jiminnie.

— ¡Prométemelo!

— Lo prometo. —Dije, sin saber si era verdad o no. No era valiente como él, ni fuerte. No estaba seguro de que pudiese hacerlo. Pero eso no importaba, para cuando volviese a casa de todos modos ya no me desearía. Lo que importaba era ayudarle a pasar ese momento.— Lo prometo. —Lloró en mis brazos, temblando por la fuerza de los sollozos.

En ese momento, el hombre al que amaba se convirtió de nuevo en el niño que había sido una vez.

Le sostuve prietamente, lamentando en silencio la pérdida de ambos.

un soldado más ; myg + pjm [adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora