capitulo I

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Dolor, un indescriptible dolor era lo que en esos instantes invadía el ser de Emma Swan mientras miraba la repisa de su habitación. Mientras observaba la pequeña urna blanca, reposada en la repisa. Suspiró con cansancio cuando su mirada se posó nuevamente en el espacio vacío de su cama. Hacía ya algunos meses atrás que su ahora ex esposa, se había marchado con la excusa de que el dolor también la invadía pero aquello había destrozado aún más a Emma. Una lágrima corrió por su mejilla y dejó caer entonces su cabeza sobre la almohada. Qué difícil era aquella situación, pensar que hace apenas unos meses atrás estaba tan feliz, tan llena de vida. Un sollozo escapó de su boca y cubrió su rostro con ambas manos mientras el llanto regresaba nuevamente. ¿Cuánto tiempo más tenía que sentir ese dolor? ¿Por qué carajos su cuerpo no había resistido? ¿Por qué mierda no había dicho que no a aquella cena con sus suegros? ¿De dónde coño había salido aquel auto que le había quitado a la ilusión de su vida? Se hizo ovillo nuevamente sobre la cama y entre las sábanas, le era tan doloroso pensar en el que hubiera pasado si? Pero de ya nada servía, ya le habían arrebatado todo cuanto había amado. Tanto había ya perdido, tanto que se sentía vacía por dentro y más viviendo en esa gran casa, completamente sola. Unos ligeros golpes en la puerta le hicieron reaccionar un poco y entre pequeños sollozos, se levantó a abrir la puerta de su habitación. Se limpió apenas las lágrimas que aún salían de sus ojos sin ningún éxito a detenerse. No se sorprendió cuando unos brazos fuertes y conocidos le rodearon por completo.

- siento tanto todo esto, princesa - susurró el hombre rubio de ojos azules que la sostenía contra su pecho con fuerza moderada. David Swan, su padre quien vivía con su madre en San Francisco, le acariciaba suavemente la cabeza y aquello le provocó aún más llanto. Deseaba con todas sus fuerzas que en aquel momento fuese Regina quien secara sus lágrimas y le estrechará entre sus brazos después de tan desagradables momentos. Su padre la acunó suavemente entre sus brazos. - lamento no haber estado ahí para vosotras - dijo su padre en un murmullo y ella sólo atino a asentir mientras se aferraba con fuerza a los brazos del hombre que la amaba más que a nada en el mundo.

- no podrías saberlo papá... - levantó su vista con los ojos repletos de lágrimas para poder mirarlo pero, creo realmente que eso no debía hacerlo porque en cuanto levanto su vista, rompió a llorar nuevamente y aquello simplemente destrozó pero también lo enfado muchísimo puesto que a pesar de que le había tomado cierto cariño a la ex mujer de su pequeña hija, en esos momentos la odiaba con toda su alma por abandonar a su princesa en esos instantes tan duros por los que pasaban ambas. Suspiró cuando sintió el cuerpo de la rubia flácido entre sus brazos, claramente se había dormido sin poder soltarle. Con todo cuidado, cogió en peso a la rubia y la acomodó con suavidad en la cama. Le miró y la tristeza le invadió, negó y se acomodó a un costado de su hija. Haría lo que fuera para borrar ese mal sabor de boca por el cual estaba ella pasando, así fuera eliminando de su memoria a Regina Mills.

Mientras tanto al otro lado de la ciudad en un departamento casi vacío, se encontraba la joven morocha sentada en la cama, echa un ovillo con un pequeño marco de fotografías apretado contra su pecho y unas cuántas botellas de alcohol al rededor. Quien la viera diría que aquella mujer ojerosa, despeinada y deprimida, no era la verdadera Regina Mills pero nadie conocía realmente a esa morena. Había estado encerrada en ese departamento desde aquel fatídico día donde había perdido lo que más amaba en su vida. Hasta hace unos meses era la mujer más feliz del mundo pues, estaba casada con Emma Swan y no cualquier Swan, no, estaba casada con la menor de los Swan, quien esperaba en su vientre a su primogénito, eso las tenía más que maravilladas pero un maldito accidente de auto se los había arrebatado. Se culpaba por dejar a su rubia apenas unas semanas después de perder a su " pedacito de cielo " como ellas solían llamarle. Estaba hecha trizas y su única opción había sido huir sin pensar en lo que aquello acarrearía en su contra. Regina no sabía que en cuanto se arrepintiera y deseará volver con la rubia sería el reto más doloroso y largo de toda su vida.

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