capitulo IV

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En cuánto había despegado su cuerpo de la cama, se había metido rápidamente a la ducha. Mientras el agua tibia caía sobre su cuerpo, reflexionaba sobre la sucedido ese día. Estaba muy en claro que lo último que quería actualmente era causarle mas dolores a su rubia. Suspiró mientras cerraba los ojos y el agua caía sobre su rostro. Ella aún amaba a Emma,de la misma manera en la que la había amado el día en el que se habían conocido. Una leve sonrisa nació en sus labios, un amor como el de ellas no podía morirse así como así, no sin antes dar lucha. Emma y ella tenían una historia demasiado larga y hermosa como para que la dejará ir al olvido sin antes pelear por ello. El agua tibia sirvió como un relajante pues todos los músculos de su cuerpo ya no estaban más tensos.

- ¿Debería llamar? - susurró para sí misma mientras miraba el número de teléfono de la casa Nolan - Swan. Ciertamente ya había caído la noche y quizá, todos ya estaban durmiendo. Eran ya casi media noche y si sus cálculos no fallaban, Emma y el pequeño deberían estar durmiendo. Bufó, un poco molesta consigo misma sobre todo, le llamaría mañana y agendaría una cita con la rubia menor, esperaba que al menos usar su puesto en la empresa de sus padres, le daría un poco de tiempo extra para intentar arreglar todo aquello. Sinceramente una parte de ella aún pensaba que las cosas habían sido culpa de ambas pero otra parte de ella, pensaba que era solo culpa suya. Aquella noche había insistido tanto, había vuelto a abrir heridas que no pensó que estuviesen ahí. Suspiró y negó a su vez mientras dejaba nuevamente el móvil de casa en su sitio. - ya será mañana, tampoco quiero agobiarla - murmuró para si misma mientras daba vueltas sobre sus talones y caminaba hacia su habitación con la intención de conciliar, aunque fuese, unas cuantas horas de sueño después de todo ese día de sentimientos.

Mansión Swan

Aquella noche no había sido como las demás en esa gran casa. Después de haber conducido por la gran ciudad, haber pasado por un chuche para su pequeño hijo y luego haber ido directamente hacia casa, no había sido algo muy común en Emma. Hacia tres años que había aprendido que a Henry no debería premiarlo sin haber hecho un logro para merecerlo pero, creyó que en esa noche de brisa fresca, al menos no le haría daño al pequeño. Su hijo había bajado rápidamente del auto en busca de Max, el Golden terrier que había regalado a su hijo en su último cumpleaños. No se preocupó en ningún momento en reñir al pequeñajo cuando esté, después de jugar con el cachorro, había entrado por el cancel de la cocina, hecho todo un desastre. Estaba cubierto en lodo, quizá de la riega resiente del jardín y, apesar de que estaba literalmente bañado en aquel barro, la sonrisa plantado en su regordeta cara, le hacía olvidar que aquello no estaba bien, al fin y al cabo, Henry, su hijo, aún era un niño, uno que debía disfrutar su niñez al máximo.

Luego de un gran baño, entre cosquillas, uno que otro disfraz de espuma y terminando ella completamente húmeda. Saco a Henry de la ducha, lo ayudó a vestirse, lo acostó y le dió las buenas noches. No había siquiera pasado media hora cuando, reapareció en la habitación de su hijo, cogiéndole, completamente dormido, entre sus brazos para llevarlo a su habitación y acostarlo a su lado. Acariciaba con dulzura los cabellos de su pequeño, él estaba completamente dormido y aún así, apesar de mirarlo, incluso despierto, no podía creer que ese pequeño retoño era suyo, que él había sido creado en su interior. Aún recordaba cuando confirmó que estaba embarazada, el médico le había entregado una pequeña hoja con el positivo, no había movido ni un solo músculo pero sus ojos se llenaron de lágrimas mientras una pequeña sonrisa había nacido en sus labios. En su vientre, él estaba ahí, apesar del miedo que había tenido al inicio de todo aquello, ahí estaba él, desarrollándose y creciendo dentro de ella. Recordó los meses de gestación, como emocionada y feliz, caminaba de la mano de su padre hacía la cita con el médico, mes con mes. Siempre con una sonrisa, como escuchó por primera vez el corazón de su hijo. Cómo lloró de tristeza cuando 4 meses antes, hubo una complicación y por poco ocurría una desgracia. Besó suavemente la frente de Henry, intentando no despertarlo, su hijo se había aferrado aquellos meses a ella, se lo hizo saber con cada movimiento y cada pequeña patada que daba al escucharla hablar. Su hijo era su felicidad completa, no importaba donde estuviera, mientras el estuviese con ella. Daría su vida entera por Henry, jamás dejaría que ella le faltará, sabía que el volver a ser feliz era gracias a él. Era todo lo que tenía, lo amaba más que a nada y que a nadie. Sonrió dulcemente al verlo refunfuñar y cerró sus ojos. Henry era más que su hijo, era su vida y así tuviera que enfrentarse a todo el mundo con tal de demostrarles que ellos dos juntos como madre e hijo eran el símbolo de amor por entero, así lo haría. Jamás dejaría que algo le sucediera.

Apesar de que eran solo ellos dos en esa gran cama, en esa gran casa y contra esa gran familia. Ellos juntos podían contra todos. Eran familia, ellos dos, una gran pequeña pero amorosa familia.

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