Risas enlatadas.

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—¿Saben cuál es la diferencia entre las películas de Peter y la electricidad? —una mujer de cabello castaño claro decía desde el escritorio de un set de grabación—. Que la electricidad es corriente, pero al menos ella sí lo acepta.

El público se reía. No por el hecho de que la mujer fuese divertida, a decir verdad y era pasable, sino porque estaba insultando a un pobre diablo que había tenido la desgracia de caer en su show.

"Risas dolorosas"

El nombre del programa explicaba bien la temática del show. Después de todo, la mayoría de los que veían el programa se reían a costa del sufrimiento de algún famoso.

Aunque la mayoría se reía de los insultos, la verdad era que todos salían del set con un ceño fruncido y deseando nunca haber entrado.

Luan Loud era buena en pocas cosas. Una de esas cosas era insultar a las personas y gastar bromas con ella.

¿Quién diría que a la gente le gustaría ver a una mujer comportarse como una desgraciada por televisión? Vaya mundo loco.

—Dime, Peter. ¿Tienes doctor particular?

El hombre castaño con traje estaba ya muy incomodo en el lugar. Se notaba en su rostro. Había sido casi una hora entera de insultos hacia su persona, hacia su profesión, hacia su trabajo y hacia su mamá. En verdad iba a despedir a su agente después de esta noche. Se había tenido que esforzar titánicamente por no perder los estribos y gritarle a la mujer todo lo que pensaba de ella.

Y vaya que eran cosas horrendas.

—B-Bueno... A decir verdad tengo una doctora. Es una antigua amiga de mi familia...

—Supongo que ella es como el repartidor de pizza —no se lo dijo al hombre, ni al público, se lo dijo a la cámara—. La puede oler, pero no se la puede comer.

Una vez más las risas estallaron en el lugar.

Peter Reed gimió incomodo, deseaba desde el fondo de su corazón que el tiempo se terminara para irse a su casa.

—Tiene ochenta y cuatro años... Prácticamente fue mi nana.

Hubo un silencio incómodo por un instante, hasta que nuevamente la mujer habló.

—¡Vaya! No sabía que tenías esos gustos, Pete.

El hombre rodó irritado los ojos. No importara que dijera, aquella desagradable mujer lo convertía en un insulto para él.

Ahora entendía porque nadie en el mundo del espectáculo parecía tener a Luan Loud en estima. Y la verdad, él se podía considerar uno más de esas filas.

Al terminar de hacer por lo que le pagaron, Peter se levantó, agradeció la invitación y salió apresurado del set. El productor del show lo abrazó y con una sonrisa le dijo.

—Espectacular, Peter.

Él simplemente se zafó del agarre y comenzó a caminar hacia la calle. Subió a su auto y se quedó allí unos instantes, con la cabeza golpeando el claxon de automóvil.

Vaya que si había sido una noche vergonzosa de verdad. Seguramente sus hijos y su familia habían visto el programa, que poco practico para su orgullo.

The Loud House: Nueva generación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora