Dios. Parte 1.

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Diálogos.

Quizás esto no importe a nadie, pero... ¿qué temas me inquietan en esta etapa de mi vida? Como hombre, como adulto, como esposo y como padre de familia.

Hay muchos que tienen mi atención, y los mostraré a través de conversaciones (tan bien estructuradas como mi memoria me lo permita) con familiares, amigos y conocidos que se desenvuelvan en los temas a tratar.

Y hoy comenzamos con este.

Dios. Parte 1.

Los participantes:

Mi hermana, ella es seis años mayor que yo, ingeniera, a punto de obtener un Master, profesora universitaria, católica no practicante, aunque creyente, casada y madre de tres varones, dos de ellos adolescentes y uno ya un hombre.

Yo, a la mitad de mis treintas, universitario trunco, y con una licenciatura en curso, trabajador en la iniciativa privada, ateo apateísta, casado y padre de un niño pequeño.

*

—Simplemente no puedo creer que las cosas se den de manera fortuita en el universo, debió haber un origen. —Comenzó ella al momento que expresé mi opinión sobre la inexistencia de dios.

—Te admito que hay un montón de cosas que por su belleza o complejidad podrían darnos una excusa para creer que son obra de una conciencia superior, pero... ¿eso significa que quien está detrás de esos fenómenos es ni más ni menos que el dios judeocristiano?

—No sé si él, pero creo firmemente que esas preguntas que no podemos responder con ciencia o conocimiento se pueden explicar a través de la fe.

—No podría estar más en desacuerdo. La fe no da respuestas, entre las muchas cosas que no hace, eludir las respuestas es la más evidente. Es como un analgésico, puede ayudar a evitar los dolores, pero no atacará nunca directamente la fuente, porque no hay respuestas en ella. La fe puede darnos un sentimiento de tranquilidad basado en la esperanza, pero ninguna garantía.

—De acuerdo, explícame esto entonces: una colega profesora que está arribita de los cuarenta ha intentado concebir los últimos años, y por más que ha probado tratamientos y formas alternativas no lo consigue. Creo que el que no pueda tiene que ver con el tipo de vida que llevaría ese niño, y por algo no se le está dando esa oportunidad.

—¿"Algo" como qué?

—No sé, tal vez el tipo de vida que le tocaría a ese niño...

—¿Ser hijo de una profesionista respetable y de buen poder adquisitivo? Porque pocos tienen oportunidades así.

—Pero ella no es tan joven ya, va a ser una anciana cuando él sea un adolescente.

—Como todo en la vida, hay un factor de riesgo, creo que sus desventajas serían superables por decir lo menos. Ese "algo", que yo creo que apela a la justicia no tiene un sustento dentro de la situación, es de hecho una circunstancia cruel decir que ese "algo" (justicia) aplique dado el modo de vida que podría tener el niño, que es mucho mejor al que muchos tienen. Te regreso ese pensamiento con uno semejante: ¿qué me dices de todos los niños que nacen de matrimonios adolescentes, y mira que con llamarlos matrimonios ya les estoy haciendo un favor, y que no van a tener acceso a la educación o incluso a una buena nutrición o siquiera atención? ¿Qué me dices de aquellos niños que nacen en situaciones tan terribles como la guerra o culturas en las que tienen todo en contra para tener un buen desarrollo? ¿Dónde está la justicia para ellos? ¿Me vas a decir que por algo deben estar condenados a la muerte o destinos peores?

Continuará.... pero los invito a plantearse las mismas preguntas y contarme qué opinan.

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