La mano en la reja

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Erase una vez, durante los últimos años del siglo XIX, una hermosa chica de gran corazón llamada "Leonor", quien se había enamorado de un joven teniente, a quien conoció cuando ella hacía voluntariado curando a los enfermos de bajos recursos, en el santuario Guadalupano de Morelia, Michoacán, su noviazgo iba viento en popa hasta que una mala jugada del destino, haría de la vida de Leonor un suplicio, un suplicio que no ha terminado a más de un siglo de esta terrible historia.

El padre de Leonor tenía que salir por un largo tiempo fuera de la ciudad, este fue el comienzo de la tortura que la joven sufriría, ella se había quedado al cuidado de su ruin madrastra, quien le tenía envidia por su belleza y bondad, por lo que no la dejaba salir a divertirse sanamente como las chicas de su edad, por lo que no le quedaba remedio a Leonor de por las noches encontrarse con su amado, cuando nadie los viera, el estaba del lado de la calle y ella estaba en su cuarto en el sótano, y a través de la reja ellos se decían palabras de amor.

Se dice que el joven para evitar que hubiera testigos de su amor, se vestía siniestramente de negro y se pintaba como calavera, para simular ser un alma en pena, por lo que las personas que se cruzaban en su camino, corrían despavoridos hasta perderse, los habitantes del barrio de San Diego, sabían que no debían salir a cierta hora de la noche si no querían encontrarse con el espectro, por lo que Leonor y el teniente podían verse libremente.

Sin embargo la madrastra, mientras espiaba a Leonor, se dio cuenta del engaño del supuesto fantasma, y de que su hijastra y el teniente planeaban casarse en cuanto el padre de la joven regresara, así que llena de rabia planeó un macabro plan para separarlos, y que la joven nunca fuera feliz.

El joven tuvo que salir también de la ciudad por algunas semanas, dejando desamparada a Leonor, en la casa donde no era querida, pero en ese entonces no estaba tan mal la situación.
Cuando el se marchó, vino lo peor, pues la madrastra encerró en el sótano a Leonor, y mando tapar la ventana con cemento para castigar a su hijastra, la dejó sin comida, ni agua, y le ordenó a los sirvientes que no la fueran a ver.

Leonor comenzó a morir lentamente de hambre y sed, solo sobrevivía de un poco de limosna que le daban los peatones que pasaban por la casa, ya que había quedado un pequeño hueco del cual Leonor sacaba su mano, y pedía un poco de agua y pan, y los transeúntes le daban algo de sobras, ella les pedía que le ayudaran a salir, que estaba prisionera, pero la madrastra los convencía de que la muchacha estaba loca.

Cuando el teniente regresó, entró por la fuerza a buscar a Leonor, sin embargo llegó demasiado tarde, pues Leonor había muerto, estaba hecha huesitos y su rostro estaba pálido como la muerte. Con todo el dolor de su corazón, el hombre la vistió de novia, y la enterró en el santuario, el lugar donde se conocieron.

Pasaron los años y la antigua casa de Leonor se convirtió en el Centro Cultural de la UNAM de Morelia, lugar donde el trágico pasado aún persiste, pues la leyenda cuenta que se pueden escuchar fantasmales lamentos que suplican por caridad y se puede ver una temblorosa y esquelética mano que sale desde la reja, es el alma en pena de Leonor que aún mendiga después de muerta.

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